Capítulo Seis: Lágrimas en la almohada

431

La primera noche de Yeferson no fue tan placentera como esperaba.

Como no se acordaba de nada, me ahorró la cascada y el regaño que le iba a meter. Tuve que convertirme en un papá de esos que le gustan a los sicólogos. Conversé con él, lo aconsejé y le puse el ejemplo de él mismo sin memoria sólo por una irresponsabilidad.

Pese a que no lo regañé, el muchacho se veía asustado, como prevenido, parecía que no conociera la casa. Lo más triste de todo es que esa noche, yo con ganas de descansar, me acosté y cuando empezaba a pegar el ojo, lo que empecé fue a escuchar unos sollozos y una sorbedera de mocos.

Pensando que era Yurany me paré de la cama para ir a aconsejarla y decirle que otro niño se iba a fijar en ella, pero cuando me paré en su pieza, la llamé por la cortina a ver si despertaba, pero no, ella me devolvió un espectacular ronquido.

Como el león dijo que no era ella quien lloraba, me fui a la pieza de Yeferson a ver si era él y efectivamente estaba sumido en lágrimas.

-¿Qué te pasa hijo? – Le pregunté

-Nada- me dijo llorando.

-Si no te pasara nada no estarías llorando- le dije.

-Bueno, sí me pasa algo.

-¿Qué te pasa?

-Es que lo que hace que me desperté no he visto a mi mamá. ¿Ustedes fue que se separaron? Es que ya me hace falta.

-¡Ay hijo!- Fue lo único que atiné a decir.

-Además, cómo se te ocurre echarla de la casa, vos eras el que se tenía que ir- dijo gritando.

-Si hijo, que más quisiera yo que haberme ido en vez de ella, es más, aún me pregunto por qué no fui yo el que me fui- la fuerza se me acababa, tenía los ojos chocolateados.

-¿Y por qué no te fuiste? ¡Sos un cobarde! Quien sabe dónde esté durmiendo mi mamá y nosotros acá con techo y comida- me gritó.

-Hijo, yo sé dónde está durmiendo tu mamá. La situación es que nada es como vos lo pensás- le dije llorando. Ahora el concierto de mocos era mayor.

-Entonces ¿Cómo es? ¡Explícame!- me dijo desesperado.

-Tu mamá murió hace cuatro años.

El muchacho se quedó en silencio. Reflexionó un rato y volvió a romper en llanto. Esta vez se descargó en disculpas para mi y para Gladys; a mi por culparme y a ella por no recordarla.

Después de un rato el muchacho volvió a dormirse y yo a mi cuarto a seguir con lo mismo.