Capítulo Diecisiete: Rastro de un extraño

Les cuento pues, Yurany está estudiando en la jornada de la mañana, está en once ya. Mejor dicho, se me creció la niña y Gladys yo sé que está orgullosa de su muchacha allá arriba.

Hoy, cuando vine a almorzar me tomó por sorpresa que en vez de que la niña me abriera la puerta, fue La Costrica la que me recibió. Eso sí, el almuerzo, no se imaginan la delicia: esa muchacha cocina muy rico. El problema es que no encontré de qué hablar con ella, así que me quedé sentado en el comedor un rato y luego me senté a ver televisión.

Lo más extraño de todo fue cuando La Costrica se sentó a mi lado, me dio gelatina con lecherita y se puso a ver televisión conmigo. Yo no sé en qué momento esta muchachita se me metió en la casa y ya hace parte de la familia. Estoy hasta por pensar que el Yeferson, que nada que llama, la preñó y ella no sabe cómo decirle. El reloj pasó, se acabaron las noticias, los programas de concurso y ya estaban por empezar las novelas brasileñas, cuando se me salió la pregunta.

-¿Oiste, Costra, vos sabés dónde está Yurany?

-Pues, la verdad, no. Yo creo que está en el colegio.

-¡Cómo que está en el colegio si salió de aquí a las seis de la mañana y ya van a ser las seis de la tarde!

-Sí, puede que esté allá- respondió la sinvergüenza.

-¿Qué vamos a hacer con esa muchacha?

-Ah no, don Ramón, ahí sí yo no sé. Ella es hija suya y no mía.

-Pues sí, tenés razón. Eso sí, rejo no le va a faltar a esa muchacha porque estas no son horas para volver del colegio.

Hoy sí sentí como si fuera Gladys la que estaba sentada a mí lado y si ella no me dice que esa muchacha es hija mía, les juro que terminamos peleando y yo soy medio impulsivo.

Yo miraba el reloj desesperado, es que para acabar de ajustar la verraquita esta me dejó el celular en la casa y no había cómo localizarla.

Incluso temí que le hubiera pasado algo, pero en este barrio lleno de chismosos, ya hubiera llegado la noticia.

Como a las siete de la noche apareció. Ustedes no se imaginan. Iba a empezar la novela cuando sonó la puerta.

-¡Hasta que al fin te dignaste a volver, sinvergüenza!- le grité.

-Pero Pá…- fue lo único que me dijo.

-Pero Pá nada, ¿Donde te quedaste, sumbambica? ¿Vos creés que estás son horas para que una muchacha como vos esté volviendo del colegio sabiendo que estudiás por la mañana?

-Estaba en el colegio arreglando una cosa- dijo ella.

-Sí, claro, ¿vos creés que para mí es muy fácil otra desaparición más?, pues, primero tu mamá, segundo el degenerado de tu hermano y ahora vos. Yurany, vos sos una muchachita, acabá el bachillerato al menos y después mirás qué hacés con tu vida. Pero estudiá, para que no seás como yo.

-Pero Pá- me dijo seria- estaba en el colegio.

-¿Segura, Yurany?- la miré a los ojos.

-Sí Pá- me respondió.

-¿Segura?- le volví a preguntar y le moví el pelo detrás de la oreja, ahí estallé.

-Sí, papá- me dijo.

-¿Y entonces cómo explicás este chupao que tenés en el cuello Yurany? ¿Con quién te estabas revolcando? ¿Ya estás siguiéndole los pasos a esas amigas de Yeferson? ¡Explicame qué es eso!

-Es solo labial Apá- me dijo.

-¿Vos me creés a mí pendejo? ¿Vos creés que yo no sé cómo es un chupón y cómo deja marcado el colorete? Ay Yurany, de ahora en adelante no vas a salir más de aquí, te lo prometo y te voy a llevar hasta el colegio y a la una te voy a recoger cuando acabés la jornada. Y si no salís…

En ese momento, la muchacha salió corriendo y se metió en su cuarto; cuánto hubiera deseado que fuéramos ricos para tener puertas en los cuartos, pero no, así que en la carrera agarré fuerzas y me quité la correa, moví la cortina y entré. Ella estaba acostada, yo muerto de rabia, cogí la correa con fuerza y le dí una pela.

-No me dejés hablando solo, Yurany. No seás como el altanero de tu hermano. Ya te dije, volveme a llegar tarde y verás. Te voy a medir el tiempo en el colegio para que no te me vas a descarriar muchacha de dios.

Ahí la dejé. Salí de la pieza y La Costrica ya me tenía la comida servida. Me tocó salir a hacer turno de noche, porque con esta muchacha perdí toda la tarde de trabajo. Y el Yeferson, ese nada que aparece.