Capítulo Diecinueve: Preguntadera

No se le mencionó nada al Yéferson ayer. Se le dio almuerzo, comida y cama. Además, como que lo ajuiciaron donde estaba, porque aprendió a lavar el plato apenas terminó de comer, cosa que no hacía antes, porque estaba convencido de que Yurany, como era la mujer de la casa, tenía que atenderlo.

La Costrica trató de no hacer show, pero se le veía en la cara que estaba muerta de rabia. Lo miraba como cuando a uno le quitan un confite cuando es chiquito y se lo comen en frente de uno.

El caso es que al otro día ni madrugué a trabajar, más bien me senté en el comedor a leer el periódico y a ver cómo iba a pagar las cuentas del mes. En esas, como a las nueve, se despertó el Yeferson y me dio un pico en la cabeza. Sí, un pico. Yo, si no estuviera feliz de tenerlo en la casa le habría dicho que dejara de ser marica, pero es que un detalle de cariño de él, era raro. Para mí que lo pusieron a perder con ese celular.

La sorpresa siguió llegando cuando aparte del café que me dio el muchacho, me puso sobre la mesa el celular de ese muchacho.

-¿Cómo así, qué es esto Yéferson?- le pregunté.

-El celular, pá- me dijo.

-¿Pero no lo habías empeñado?

-No, pá ¿Y qué iba a hacer con esa plata? Usted me ha enseñado que uno no se puede adueñar de lo de otra gente.

-¿Pero entonces por qué lo cogiste?

-Ah, eso es una historia larga.

-Pues cuente, porque hoy no fui a trabajar para saber qué carajos hiciste entonces, porque fueron tres días, Yeferson, tres días. Ya iba a empezar a buscarte en los hospitales y en la morgue.

-Uy pá, no sea tan trágico, vea que las malas noticias son las que primero llegan y los que primero las cogen son los taxistas. Así que usted tenía todas las de ganar.

-Bueno, hablando pues jovencito, que el hecho de que ya hayás sacado cédula, no te da facultades para perderte así como así.

-Ah pá, es que me fui a chicaniar con el celular.

-¿A chicaniar? ¿Con cosas de otro? ¿Vos es que sos pendejo?- le dije y le di un coscorrón.

-Ah pá, pero es que no ves que Manuelita es como toda pegada de cosas materiales y pues, yo dije: Uy Yefer, llévele ese celular que se encontró su papá y verá cómo golea ahí.

-¿Y goliaste al menos?- le pregunté como emocionado.

En ese momento la conversación se interrumpió.

-¡Irresponsable!- gritó La Costrica.

Yo miré asustado. Ya hasta está viviendo en la casa esta sorombática. Pero también asustado porque pensé que de pronto es que el Yéferson la preñó y por eso iba a hacer el show. Pero no.

-Cómo así que yo estoy aquí en la casa, manteniendote la comida caliente todos los días, pensando en vos, tratando de que todo salga bien y vos salís y te vas a buscar otra vieja, Yéferson. ¿Y todas esas cosas bonitas que me dijiste en la moto el día del accidente qué? Que íbamos a organizarnos, que pa tener una familia, que usted iba a trabajar, ¿Dónde quedó todo eso?- dijo a los gritos y como entre lágrimas la muchacha esta.

-Es que no sé quién sos, no sé. Decime, en serio. Pues, Manuelita la conocí en estos días y qué muchacha más buena gente y no está toda raspada como usted, que quien sabe por donde se cayó borracha.

-¿Borracha Yéferson? ¡Borracho vos! Vos me dijiste que no habías tomado nada y terminamos estrellados contra un muro.

En ese momento apareció Yurany y también se unió a la retahíla contra el Yeferson.

-Primero que todo, ustedes no dejan dormir y segundo, Yéferson, usted es muy irresponsable, vea que no es la primera vez que usted empeña una cosa que no es suya, ¿O es que a usted se le olvidó lo que hizo con el blackberry?

-Ay, deje de ser sapa, Yurany- intervine yo- Vamos a solucionar esto. Primero, estas no son horas para estar gritando, van a despertar a los vecinos. Segundo, no se empeñó ningún celular. Tercero, ustedes dos, zumbambicos- les dije mirándolos a Yéferson y a La Costrica- van a solucionar sus inconvenientes, parecen marido y mujer. Y cuarto que todo, ¿Esta muchachita desde cuándo está viviendo aquí? ¡Deje de ser conchuda! ¿Usted no tiene familia?

La Costrica se puso a llorar. A llorar a moco tendido y a Yéferson como que se le ablandó todo, porque la abrazó y la emprendió contra mí. Eso sí, antes de que empezara la cantaleta, agarré las llaves del carro, el celular ese y me fui a trabajar más bien. Esperando que arreglen las cosas de alguna forma, yo ya creo que les di un camino.