Tal parece que el hombre del celular ni cuenta se ha dado de la pérdida de su teléfono. No llamó en todo el día.
Ahora tengo un problema y creo que es grave.
¡Yeferson no aparece!
Es un problema porque hoy me desperté muy temprano para ver si cogía carreras desde las cinco de la mañana y el muchacho no estaba en la casa. Pero eso no es lo más grave: el celular de “La Cenicienta” tampoco estaba, así que doble problema.
Hasta donde yo me acuerdo lo dejé en mi mesa de noche, con llave, para evitarme que Yeferson fuera a antojarse de él. Es más, no se lo mostré a ninguno de mis dos hijos por eso mismo, porque la una puede pedirlo en reposición del Blackberry que empeñó el otro y el muchacho en su afán de plata en el bolsillo, para grillar, es capaz de venderlo en el centro por tres pesos.
Lo que me preocupa es que de pronto ese señor se dé cuenta que se le perdió el celular y le dé por llamar, ahí si se complica todo porque si hace memoria caerá en cuenta de que se le perdió en el taxi y entonces llamará a la empresa y la empresa me llamará a mí y yo no sé decir mentiras, así que diré que no lo vi, que no me di cuenta y que de pronto se lo encontró otro pasajero. Y entonces empezarán las preguntas certeras y mis respuestas vacías que no llevarán a nada, lo que haría luego que el señor haga memoria y recuerde que yo lo llamé y él no me paró bolas.
Mejor dicho, tendré que inventar por ahí veinte mentiras para que me crean una sola.
La cosa será decirle al señor que yo no encontré el celular, pero sí encontré la simcard que me dejó mi hijo en el cajón de la mesa de noche, con llave.