Después de mucho insistir con el radioteléfono, Yeferson y yo nos dimos cuenta de que instalarlo nosotros iba a ser imposible. Así que en la noche, cuando la energía se agotó para alumbrarnos y dejarnos seguir trabajando, decidí que iba a madrugar para donde El Mago, el mejor mecánico que he conocido en mi vida.
El Mago me recibió con los brazos abiertos y toda su sabiduría. Para él esa instalación era pan comido, así que lo único que le demandó esfuerzo fue la apertura de los huecos donde iba la base que me tocó comprarle al radio ese.
Al medio día el 431 ya tenía radio nuevo, reconfigurado porque según El Mago lo habían bloqueado, ya que esa tecnología está pasada de moda y a todos los taxis les están instalando unas pantallas con mapas, y los servicios se leen como un computador pero que da toda la información que uno necesita sobre el cliente.
Ahí estaba yo, como siempre, tres pasos atrás de la tecnología con un radioteléfono mientras los otros tienen cosas que funcionan con los dedos, como los celulares modernos.
Igual, ustedes no se imaginan la alegría cuando prendimos ese aparato y empezó a interferir las conversaciones de la policía. A mi me dieron unas ganas de llorar, es más, si el señor que inventó el radio existiera, yo le besaría los pies.
El Mago me dijo que lo del radio por una empresa tenía que hacerlo temprano porque quita todo el día. Él mismo me recomendó una empresa y allá iré. Eso sí, ustedes no se imaginan para lo que utiliza la policía sus radios.
Por ejemplo: en La Oriental se ponen en las esquinas y por el radio se hacen señas para mirar muchachas. Escucha uno cosas como: “Amarilla a las tres, con más teclas que el órgano de la Catedral Metropolitana”, o, “Iguanodronte con ombliguera de rayas horizontales rojas y barriga con rayas verticales claras a las nueve. Abstenerse de mirar o se corre el riesgo de no almorzar”
De vez en cuando se escuchan alertas y bullicios, pero tal parece que lo único que hacen los policías en la calle por la comunidad es morbosearla.