Capítulo Uno: Así no se empieza el año.

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Dicen que para año nuevo tenemos que empezar con unos nuevos propósitos y acá estoy yo odiando el puto propósito que el irresponsable de Yeferson me obligó a ponerme para este año.

Todo empezó el 31 de diciembre, éramos una familia feliz que celebra el año nuevo con una cena a la medianoche. Yo trabajé todo el día desde las dos de la tarde hasta las diez, hora a la que volví a la casa. Me encontré a Yurany desesperada por la receta, quería hacer un arroz con pollo como los que hacía su mamá, por eso apeló a la memoria y a la nostalgia para hacerlo.

El problema es que ni la pobre Yurany tiene memoria y mucho menos las mismas cualidades de su mamá para cocinar, por eso la encontré llorando y desesperada.

Yo traté de calmarla pero fue imposible, así que como pudimos terminamos de hacer el arroz con pollo ya que la muchacha iba por la mitad cuando llegué.

Pusimos el cd de Música de diciembre que me gané en la emisora y mientras tanto recordábamos a Gladys, la mamá de los muchachos, mi esposa.

A las 11:30 de la noche apareció Yeferson, caído de la perra, arrastrando la lengua, los pies y con los pantalones a mitad del culo. Decía que le dolía todo, que se había caído por las escalas del barrio. No le paramos muchas bolas, a los borrachos no se les presta atención. Así que nos pusimos en la labor de servir la cena que tanta lidia le había dado a la niña.

Empezó a sonar, ya en la emisora, porque año nuevo sin conteo de la emisora no es año nuevo, la canción de “faltan cinco pa’ las doce” y Yurany a sorber mocos, Yeferson se quedó dormido en el sofá, yo traté de hacerme el fuerte pero fue imposible. Tenía un dolor de esos que no se sienten físicos como los morados, sino allá adentro, en las tripas. Fui a abrazar a mi hija, lloramos abrazados.

Nos dimos el feliz año y cenamos; la comida fue un desastre. La niña había confundido la pimienta y se la echó al arroz con pollo como si fuera orégano o alguna de esas cosas que compra en la tienda. Terminamos rojos, tosiendo, con la garganta seca. Además la zanahoria y la alverja estaban duras. Un desastre mi niña en la cocina.

Como a las dos de la mañana me fui a trabajar y cuando volví, a eso de las cinco de la madrugada, cuando el sol estaba empezando a clarear el primer día del año, me encontré a Yeferson durmiendo en el sofá de la sala tal y como lo había dejado. Yurany ya dormía en su cuarto.

La raíz del propósito obligado por irresponsabilidad llegó ayer, primero de Enero, ya que a eso de las dos de la tarde, cuando me desperté, encontré una algarabía gigante en la casa, Yurany estaba llorando como cuando Gladys se nos fue para siempre. El cuadro no era más triste porque no se podía. La muchachita intentó despertar al hermano y este no despertó, le echó agua y nada, le dio cachetadas y nada; es más, intentó despertarme a mi y nada. Así que como nadie reaccionaba, pensó que nos había envenenado con la comida y decidió llamar a una ambulancia.

Así que cuando me desperté, me encontré a Yeferson todo inmovilizado, saliendo en hombros como un santo en procesión, pero esta vez lo llevaban en una camilla, directico a una ambulancia que lo iba a depositar en un hospital.

Resulta que el muchacho sí se cayó por las escalas del barrio y se fracturó un brazo, tiene un trauma craneal y está inconsciente en la clínica. Clínica que no podemos pagar, además hay que pagar la ambulancia que a Yurany le dio por llamar, sin saber que ahí, en la esquina estaba el taxi parqueado, y en él podíamos llevar a Yeferson a que lo revisaran. Es por eso que como propósito obligado tengo que vender el taxi, es un Mazda 323, está a gas, tiene tecnomecánica y sobre todo, la ilusión de que me devuelvan al muchacho que me tienen recluído en la Clínica del CES, donde las piezas son como las de un hotel cinco estrellas.