Perder la fe

Lapiz y sacapuntas

Foto: http://oasiscarlosmaueloliva.blogspot.com/

Aún recuerdo esa noche de martes, tal vez en el dos mil cuatro o dos mil cinco, cuando papá me daba un golpe en la espalda y me decía “Si quiere ser escritor, hágalo todos los días y sea el mejor del mundo”. Ese día, él, sin tener fe, la tuvo en mí y me brindó su apoyo cada que me perdía en mi silencio y la familia se extrañaba porque no hablara o no bailara.

A partir de esa noche, cuando tal vez estaba sin rumbo, tomé la decisión de dedicarme a escribir, bien o mal, pero escribir a diario, sin cansarme, luchando por ese sueño, empecé a tener fe en algo que no sabía si iba a dar resultado.

La primera vez que perdí la fe fue cuando me enamoré en los primeros semestres de mi carrera. Tenía una novia que para mi era perfecta, pero que el único error que le vi consistía en impedirme, por sus celos compulsivos, escribir. Todo lo que yo escribía le daba rabia, la ofendía, creía que era para otra persona. Escribía a escondidas y a escondidas me leía.

La fe volvió en forma de blog y cuentos justo después de que la relación se fue al abismo sin cuerda. Me convertí en un demonio para escribir, llegué a publicar doce cuentos en un sólo mes. Con esa fe vinieron propuestas, vinieron trabajos y cosas que me divertían, publiqué un libro.

Sabía que vivir de escribir iba a ser complicado y lo ha sido, pero al principio, cuando empecé con el blog hace más o menos cinco años, había algo que me animaba: gente conocida y desconocida dejaba un comentario, escribía algo que impulsaba a seguir adelante, eso desapareció, como desaparecieron las propuestas, los trabajos, las mismas ganas de escribir.

Y es que a veces uno se pregunta ¿Quién lee esto? ¿Para qué escribo cuentos? Es más, con dos novelas escritas, me pregunto ¿Será necesario publicarlas? ¿Alguien las disfrutará? Y aún así no me detengo; sobre todo cuando me doy cuenta que escribo para mi, para divertirme, para desahogarme, para escaparme.

Escribir y la fe en este trabajo me ha traído amigos y enemigos, historias de vida, de amor real y hasta amenazas de muerte, insultos y tristezas, pero pese a todo, acá sigo insistiendo, persistiendo.

Desde hace unos meses, tal vez, he perdido la fe nuevamente. No sé si es por un noviazgo, no sé si es porque me estanqué, no sé si es porque tengo mucho, o muy poco, para hacer. La pregunta está ahí, no sé si quiero seguir con esto, o estancarme y dejar de hacerlo. Aún así, he escrito varios cuentos que me han dejado muy satisfecho, que me han movido la fibra y me han hecho tambalear, me he detenido y he vuelto a empezar, me releo, borro, corrijo, cambio, arrugo, muerdo el lápiz.

La inspiración tal vez se fue, la inspiración está. El lápiz seguirá en la mano, esperando el momento en que yo recupere la fe, por ahora seguiré escribiendo, tal vez así, de pronto, todo siga igual y logre al menos una buena construcción.