Foto: Ja-Cek
Llegaron tarde a la estación desde donde partiría el tren que podría salvar su relación, La Esperanza se marchó con el tiempo y por esta pequeña tardanza, que fue sólo de minutos, ahora tendrían que abordar el vagón del Olvido y tal vez, echar todo por la borda.
Se sentaron en la estación, uno al lado del otro, la banca de madera fue testigo de sus últimas palabras.
-¿Entonces acá nos despedimos?- dijo ella.
-Pero no es una despedida, es sólo un camino nuevo, una nueva forma de encontrarnos- respondió él.
-¿Cómo querés que nos encontremos si vamos rumbo al Olvido?
-Igual, es un viaje largo en el que cualquier cosa puede pasar, los trenes se descarrilan igual que la vida y generalmente regresan a la primera estación. Posiblemente, en el futuro, nos encontraremos en esta misma banca y hablaremos del pasado, el presente, la esperanza y el olvido. De todas formas, olvidar no es más que recordar con odio y aunque no te odio, quiero recordarte tan profundamente como una herida. A ver si así, las sonrisas saben mejor y las lágrimas, que tanto hemos derramado se endulzan en el camino de las mejillas.
Ella le sonrió, lo miró a los ojos, no pudo ocultar que le dolía, agachó la cabeza.
-¿Y si nos queremos olvidar, por qué vamos en el mismo tren?
-Hay cosas que debemos compartir, como los amigos y la sangre, así como compartimos el cepillo de dientes o la misma taza de café. Entonces, como compartimos esas cosas, no veo problema en que un tren, que nos llevará al mismo destino, nos pueda hacer mal.
-Pero es que vos no ves que no es que nos haga mal, es que yo no quiero irme al Olvido. Ni siquiera quiero acompañarte, es más, quiero compartir algo con vos: mi vida entera. Sabes qué, me voy a quedar acá, esperaré otro tren y me iré- dijo ella.
-¿Y hacia dónde te irás?- preguntó él.
-Vos te podés ir al Olvido, yo no sé a dónde iré, tal vez al Pasado o siga acá, esperando que regreses, así como lo dijiste, los trenes vuelven. ¿Qué tal que el de La Esperanza me lleve al Olvido y allá te encuentre de nuevo?
-Pues si es así, allá te esperaré. Porque acá no tengo nada que hacer.
El tren que llevaba al Olvido se detuvo en la plataforma, él, en silencio, lo abordó con los nervios que produce irse, con la tristeza del abandono y con la incertidumbre de no saber qué iba a pasar. Ella lo miró en la distancia, vio cómo se alejaba, pensó, no derramó ni una lágrima.
Esperó el tren del Presente, no quiso adelantarse, ni forzar nada, siguió viviendo, sonriendo, llorando, esperando. Lo dejó a él irse al Olvido, tanto, que cuando se volvieron a encontrar en la misma estación donde se habían dejado, ya no lo recordaba.