Escrito con sangre

Foto: http://avueltasconlavida-edith.blogspot.com

Cuando la conocí, no se qué la cautivó, estaba sentado en un parque con mi cuaderno entre las manos y el lápiz metido en la boca, como ya es costumbre.

-¿Escribes?- me preguntó.

-Si.- le respondí.

-¿O sea que eres escritor?

-Si- le dije, asumiendo el papel que ella quería que asumiera.

-¿Como te llamas?

-Juan, ¿Tu?

-Carla. ¿Y me cumplirías una fantasía?

-Está bien.

Luego de que me contara su fantasía, lo que siempre soñó y quiso que un hombre le hiciera en la cama, yo procedí a escribirla.

-No, es que aun no puede ser escrita.

-¿Por qué?

-Porque primero la tenemos que vivir.

Yo sentí como un vértigo me inundaba y me erizaba la piel, su cuerpo era como siempre la había querido, ni muy gordita, ni muy flaquita, lo que llamamos comúnmente trocita, ojos verdes, cabello negro, alta, sonrisa perfectamente blanca y un vestido negro que le llegaba a la mitad de las piernas, unos tennis converse negros y un moño en forma de rosa roja en la cabeza.

Cuando llegamos al motel, hicimos todo lo que ella soñó. Tanto que el cansancio nos dejó exhaustos a ambos y en un profundo sueño se sumergió ella, yo, procedí a escribirle la fantasía.

Sin embargo, cuando iba empezar, vi que el cuaderno se me había terminado, así que recurrí a la caja de herramientas que guardo en el carro, encontré el cautín en ella y del baúl saqué un narguile que cargaba con algunos anestesiantes.

La desperté, le dije que probara lo que le había preparado para nuestro segundo round. Ella accedió entre dormida y despierta, se puso la careta y se quedó profundísima. Eso me garantizaba unas cuantas horas para actuar.

Conecté el cautín cerca de la cama donde ella descansaba. Y empecé a escribir, poco a poco iba narrando lo que habíamos vivido, como la había penetrado, cuantas veces lo habíamos hecho. Todo con fuerza, para que ella lo conservara para siempre.  Es más, con el primer contacto la sangre empezó a fluir.

Luego de haber terminado, la miré, le besé la frente, guardé las cosas nuevamente en el carro, me vestí y salí del motel, dejándola ahí acostada, con las sabanas que al principio de la noche eran blancas, hechas una sola mancha roja.

Además le dejé una nota, que puede leer muy bien en la parte del empeine de su pie.

Carla levantó la cara consumida por las lágrimas, le dijo al doctor que andaba leyéndole la espalda que por favor le leyera el empeine que solo decía “Tranquila, ya pagué, no tienes de qué preocuparte”.

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