La imagen es clara: una chica baja de la mano de un chico por las escaleras de la sala de cine. Estaba en preferencial, donde las sillas se reclinan y están tapizadas en cuero. Tras ella, baja otra pareja. “Cantinflas” está apenas a la mitad de su reproducción.
Mi pregunta se viene a la mente: ¿Por qué se van? Y se fueron. En la sala quedamos no más de quince personas, que aguantamos la película hasta el final. Digo aguantamos, porque es larga y tiene pasajes que se ponen muy densos, tan densos que tal vez no busca hacernos reír sino tensionarnos y hasta detonar en lágrimas.
“No sé si me está hablando Mario o Cantinflas”, le dice la rusa bonita, esa que estuvo al lado de Mario Moreno durante gran parte de su vida. Su amor, su dolor, su tristeza, su rubia compañía. Y ahí está otra de las respuestas a esa pregunta de por qué se van. Porque la verdad, la película está por encima de ser una película de Cantinflas y llega a ser más una película sobre Mario Moreno.
Porque es eso, es la historia de cómo Mario Moreno vivió y pasó de ser barrendero, boxeador y torero a convertirse en Cantinflas, un ser universal, que alcanzó la gloria y la fama con sus películas, que se desenvolvió en diferentes situaciones y que lo llevó a ganar premios importantísimos.
Pero no solo es la vida de Mario Moreno lo que se encuentra uno en esta película, es también la situación del cine de la época. La guerra de productoras, la guerra entre directores y productores, la misma guerra entre los actores y los directores, una guerra que repito y recalco, porque muestra ese lado mercantilista y humano que tuvo el cine, que tiene el cine, solo que escudado en la figura de Mario, quien luchó por sus derechos, por mejores condiciones para él y todos sus colegas.
Cantinflas, como decidieron llamar esta película, me recordó a otra película que también, tal vez, muchos creyeron que era una comedia pura y dura, llamada “Hazme Reír”, que tiene en su elenco a Adam Sandler, Seth Rogen y Jonah Hill, pero que detona en un dramático thriller que usa la comedia como método para suavizar el dolor. Eso mismo es Cantinflas, una película que usa la comedia como método para suavizar la caótica vida de un hombre que llegó sin nada a una carpa de circo pobre y terminó siendo considerado por Charlie Chaplin “El más grande cómico vivo”, algo que lo llevó a lograr un reconocimiento mundial.
Es eso la película, un caos, a veces densa, a veces aburrida, a veces muy cómica y a veces muy triste. Donde te enfrentas a esa famosa ironía del payaso triste, ese que siempre se dice que el show debe continuar, que debe seguir adelante, disfrutando de los placeres de la fama, de las mieles del dinero y hasta de la revolución de su corazón. Pasando por la envidia, por la soberbia, la avaricia y otros tantos sentimientos que logra despertar el dinero y su obtención.
Del papel de Jaenada, al que muchos criticaron, del que en México se indignaron por ser español, hay que decir que es un papel limpio y sensible, que no exagera en la imitación de Mario, ni en la de Cantinflas, que trató a ambos con el respeto que se merecen, que los puso por lo alto y que tal vez, debió sufrir todo eso como si él mismo hubiera sido Moreno, porque se nota una gran complejidad en la interpretación y una compenetración tal que toca y toca profundamente.
Mejor dicho, vaya y véala, tal vez se salga a la mitad de la película porque no es “charra”, sino que en realidad te pondrá de frente con todo lo que sufrió Cantinflas para ser lo que fue. Si en cambio, decide quedarse dentro de la sala, disfrute de la banda sonora, es muy bien lograda, al igual que el tratamiento de la imagen para narrar las distintas cronologías que propone.