Encuentro en el Restaurante

Foto: http://jbvenezuela.activoforo.com

La primera vez que la vi, tal vez no la recuerdo por la fecha, pero por la memoria de colores que mantengo en la cabeza, debo sostener que me perdí en la mezcla de rojo y verde que dejaban su cabello del color escarlata y su pendiente del color del pasto.

Hoy, sentado en la mesa de ese restaurante, con el calor reflejado en la parte baja de mi camiseta que está emparamada y con el sabor de una gaseosa en mi boca, vuelve a aparecer esa misma combinación con los pómulos sonrojados tal vez con el calor, dándose soplidos entre el pecho para refrescarse y pidiendo un jugo para ella.

Apenas se lo entregan, se gira, nuestras miradas se cruzan en el aire, la sonrisa que me soltó la primera vez que la ví, volvió esta vez y sin timidez se sentó a mi mesa y se quedó mirándome.

Yo la detallé de arriba abajo, me perdí en la rectitud de su nariz, en la seriedad de su boca y en la carnosidad de sus labios, un lunar dejaba asomar un destello en la parte baja de su rostro tan blanco como la delicada piel de un durazno floreciendo.

-¿Cómo estás?- me preguntó.

-Bien- respondí.

-Mucho gusto, Juana- se atrevió a decirme.

-El gusto es mío, Juanse- le extendí la mano para estrechársela.

En su compañía terminé mi gaseosa, ella me limpió con su dedo índice de la mano derecha una gota de sudor que se me escapaba por una patilla. Yo la sentí, fría, sabía que no era de calor, era más de nerviosismo por tenerla en frente, pero aún así no impedí que su dedo se mezclara con el frío de la gota que trataba de ocultar mi timidez.

Yo le sonreí apenas la vi hacer el gesto, se limpió en la falda que le caía a la rodilla con un corte en A y seguimos con la conversación. Yo no decía nada y ella se limitaba a darle respuesta a todas las preguntas que entre gagueos le dirigía.

Era una sonrisa de ella y tres mías, me tomó la mano, entrelazó mis dedos y yo sentí esa sensación que hacía ratos no experimentaba, el cuerpo se me entumeció, el estómago se me revolvió y le besé la frente. No podía hacer más.

-Gracias- me dijo mientras se limpiaba la humedad de mis labios que dejaba una marca en su frente.

Sonreí nuevamente.

-Luego nos vemos- le dije.

Pagué los dos refrescos. Ella me sonrió, me pidió mi celular y anotó su número para que la llamara, me sonrojé y salí del restaurante.

Hoy, aun recuerdo el beso que le di, la sonrisa que saqué y el abrazo que perdí, extraño su mirada, su forma de vestir, sus dedos entre los míos, sus manos sobre mí. Espero vencer mi timidez y poderla llamar. Dejar de soñarla y algún día, ver si Juana es real.

 

 

 

 

 

 

 

 

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