El dulce sabor de los buses

Foto: http://www.tabascohoy.com.mx/

Salió de su casa, con una aguapanela que tomó al despertar, una camiseta blanca, un pantalón color rosa y unas chanclas azul claro, su cabello recogido en una cola. Tomó el bus que la llevaba al centro de la ciudad, la gente en el interior la miró extrañada, eran las ocho de la mañana. Ella sonrió al conductor y siguió hasta encontrar un asiento vacío. El frío de esa mañana se le metía por los poros y los hacía manifestarse, para así hacerse notar, ella solo optó por frotarse a la altura de los antebrazos mientras por la ventana veía ese barrio que iba desandando poco a poco.

Llegó al centro, se dirigió a una dulcería compró dos bolsas de confites de cien unidades cada una, Don Aurelio ya la conocía, la saludó por el nombre y sin más reparo, recibió las monedas que ella le entregó.

Así empezó su día, parada en El Palo con El Huevo, esperando que los buses de Caldas arrancaran y así poder trabajar, a veces se ha encontrado con regaños, otras veces con insultos, muchas veces con ayudas y generalmente con situaciones difíciles, pero poco a poco ha ido contrarrestándolas, ha aprendido a defenderse en la calle, ahí donde la vida no vale nada, cierra los ojos, lee los avisos en los paraderos de buses, se relaciona con otros vendedores de servicio publico y simplemente aspira poder acabar la bolsa antes de las once y media de la mañana, para así poder ir al colegio Republica del Uruguay, donde cursa tercero de primaria, a donde muchas veces va sin almorzar, otras veces sin siquiera desayunar y donde generalmente se queda dormida en clase.

 

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