Encuentro en el Metro

Foto: http://repatriada.wordpress.com/

Parado en el mismo rincón que acostumbro habitar en el metro, sumergido en la magia de un Buenos Aires recorrido poco a poco por mis ojos a medida que iba avanzando el libro que llevaba en las manos, miré a todos lados, la mujer que separaba su cabeza de mi abdomen por un vidrio, dormía plácidamente, yo sonreí.

El tren se detuvo, la estación Poblado es tradicional que traiga con la apertura de las puertas unas estudiantes universitarias que cuchichean y se sumergen en chismes. Ella subió ahí.

La miré por el espacio que me dejaba el marco de mis lentes y la esquina superior izquierda del libro, su cabello rubio, los ojos verdes, la piel blanca y un poco colorada por el rubor, una camisa blanca ajustada al cuerpo y una falda rosa. El pelo enganchado con una rosa y los pies haciendo juego con unas zapatillas bajas llenas de flores, parecía una muñeca.

La observé diez segundos y luego volví a mi lectura.

En un instante, cuando habían pasado dos o tres estaciones, volví a alzar la mirada, allí estaba ella, con los ojos rojos, una lagrima corriéndole el rosa que le creaba el rubor en la mejilla, le acerqué un pañuelo y volví a mi puesto, a seguir leyendo.

Ella se quedó sonriente, me miró de reojo y yo seguía sumido en las letras. Llegamos a San Antonio, donde hago el trasbordo, ella bajó tras de mí, subimos a la otra línea y allí esperamos en la misma plataforma a que llegara el tren.

Yo me volví a instalar en el mismo rincón, ella frente a mi, seguía mirándome, ahora con una sonrisa en la cara.

Poco a poco pasaban las estaciones, ella seguía ahí, de un momento a otro se movió y yo la seguí, se me acercó, bajó el libro y me besó, fue un beso baboso, profundo, sincero, que me estremeció todo el cuerpo, me hizo erizar y que cuando terminó, hizo que su cabeza descansara en mi pecho.

-¿Por qué lo hiciste?- le pregunté.

-Porque estabas leyendo a Sábato- me respondió.

-¿Y eso que tiene que ver?

-Nada, me gusta como te ves cuando lees.

-Es la primera vez que me ves- le dije.

-Si, pero ya me gustó verte leer- Respondió- cuando quieras leer sobre mi regazo, llamame.

Sacó el pañuelo que yo le había entregado, no lo había usado, simplemente estaba escrito en él su nombre y su teléfono.

Uvita: 3002345231. Aun no soy capaz de llamarla.

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