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Ella siempre lo miraba con esa cara de deseo, mientras sentada en una mesa del restaurante devoraba un pollo. La grasa le recorría uno a uno los dedos. Era su jefe, y luego de terminar siempre iba y le agradecía.
-Algún día te tendré entre mi boca como a ese pollo- Le decía, mientras con las manos grasosas le acariciaba el rostro y apretaba los dientes.
Daniel se estremecía al escuchar eso. Ella pese a ser su jefe, no era la mujer que lo trasnochaba, o tal vez si, cuando tenía pesadillas. Pero él, quien siempre había querido a una mujer como las que pintan en la televisión de curvas perfectas, busto grande y nalgas pronunciadas, no podía imaginarse nunca entre el cuerpo pronunciado de Marleny, como se llamaba su jefa, quien sin hacer mal el cálculo estaría rondando los 40 años.
Era de todos los días que ella lo seducía y él trataba de ignorarla, pero al ver ese rechazo, Marleny lo empezó a presionar, le ponía más trabajo, le doblaba los horarios, no lo dejaba ir a estudiar. Daniel ya sabía a qué se debía ese cambio y por eso quiso hablar con ella.
-¿Qué le pasa conmigo Doña Marleny?- Le preguntó Daniel.
-Nada hijo, nada.- le respondió ella igual de cariñosa.
Él siguió su trabajo y la intensidad del mismo era cada vez mayor. Hasta que un día, cuando doña Marleny terminó de comerse una pechuga y fue a hacerle el respectivo coqueteo, Daniel corrió a la puerta del local y la cerró. Ella sonrió y lo miró con deseo. Fue a la cocina y allá lavó el plato en el que comió y mientras tanto, Daniel se puso tras ella y empezó a besarle el cuello, con algo de asco, pero consciente de que así podría quitarse toda la presión de encima.
La empezó a recorrer con sus manos, la cocina ardía y hacía que el sudor los obligara a arrancarse rápidamente la ropa. Eso fue lo primero que hicieron, ella sudaba y el agua que emanaba su cuerpo hacía ver más desagradable aun las deformaciones de su cuerpo que no era bien cuidado y siempre llevaba la misma dieta de pollo y grasa, sin esfuerzos.
Daniel la besó, sintió como la sal del sudor de ella se le fue metiendo en los labios y le recorrió hasta el final de la garganta. Ella gemía y se agitaba cada vez más. Él aun no la tocaba, para que estuviera excitada, pero ella estaba ya en el clímax, se le estaba cumpliendo el sueño que había tenido desde la llegada de ese joven, de piel canela, con cabello oscuro y ojos cafés, tenerlo para ella, solo para ella.
-Hazme todo lo que siempre he querido- Le gritó Marleny.
Daniel se espantó, pero sintió como ella empezó a desnudarlo, a recorrerlo con los labios y le fue quitando el pantalón, hasta que con su boca, le consumió el sexo y lo hizo excitar. Nunca, ninguna mujer le había hecho eso en sus diecinueve años de vida.
La sensación que estaba experimentando en ese momento, era extraña, se excitaba por la sensación, pero estaba asqueado porque Doña Marleny no era lo que él siempre soñó para entregarle su pureza.
Fue así como la puso de espaldas, ella le pidió que se fundieran el uno en el otro, que la hiciera suya, como tanto lo había deseado. El joven se estremeció, tomó su miembro erecto, lo puso en esa húmeda cavidad que ella le ponía a disposición, dio uno, dos, tres enviones y en un ataque de asco, la tomó del cuello y con fuerza la fue dirigiendo hacia el otro lado de la cocina, ella seguía gimiendo, allí volvió a penetrarla, ella le pedía cada vez más y más y más, no paraba de gemir, le exigía que lo hiciera cada vez más rápido, gemía, Daniel pensaba que como un cerdo, pero igual, gemía.
-Agárrame del pelo que estoy cerca- le dijo ella.
Daniel la tomó del pelo y con esa rabia, con la misma que estaba haciendo lo que estaba haciendo, sumergió la cabeza de su jefa en la freidora, el cuerpo se fue poniendo tenso, pesado, tanto que tuvo que soltarla, no se quemó los dedos porque el cabello de ella era demasiado largo, finalmente sacó la tijera con la que desmembraban el pollo y empezó a recortarle la piel y los miembros. Cuando hubo acabado, la envolvió bien en una bolsa junto con las vísceras de los otros pollos y la echó al río.
Nunca más volvió a trabajar allí.