Confusión

Foto: www.elgrifo.co

Nota: Este cuento participó en un concurso realizado por El Grifo y no ganó, pero como me gustó acá va publicado.

Corría el año 1990, tal vez golpeado por la violencia que cubría a Medellín, él, todo un visionario de la pintura y la escultura nunca quiso retratar esa tristeza, dolor y sangre que inundaban la ciudad y se dedicó a retratarla tal y como la veía.

Fue por eso que decidió pintar la transformación urbana que estaba viviendo para la época su ciudad.

Se paró en uno de los cerros tutelares, una tarde soleada de agosto, armó su caballete y luego el bastidor, tal vez el más grande que había hecho en su vida como artista, pero el regalo que quería darle a sitio de residencia, lo impulsó a hacerlo.

Miró al cielo y luego miró su ciudad y a pinceladas empezó a enumerar cosas que habían y representaban a esa urbe tanto cultural como tradicionalmente.

La primera figura que hizo fue la de la Plaza de Toros, lugar que disfrutaba visitar y que lo hacía feliz, así uno a uno, la religión la retrató con unos Cuadros que puso estratégicamente en varios puntos de la ciudad, luego con ellos llegaron maniquíes y pasarelas representando la moda y esa industria textil que tanto ha caracterizado a su querido Medellín, abajo empezó a retratar la autopista que estaba en proceso de ampliación y en ella colocó al llamado carro de la familia colombiana y del cual él tenía un ejemplar, el Renault Cuatro.

Su trabajo ese día quedó listo, todo perfecto, igual, tendría que volver para continuar con esa vista periférica que le ofrecía el cerro donde se encontraba y desde el cual veía todo perfecto para su pintura.

Llegó a casa, el cansancio y lo golpeado que lo había dejado el sol lo hicieron tirarse a la cama, allí mientras miraba el techo y pensaba qué más pintar en ese cuadro de Medellín, se fue quedando dormido.

Abrió los ojos, se encontró en una Medellín diferente, quince años después, la violencia había desaparecido, la sangre corriendo por las calles también, es más, su cuadro, ese que había empezado, ya parecía haber desaparecido en el tiempo, bueno, no el cuadro, pero si lo que había en su interior.

Salió a caminar por su ciudad y la Plaza de toros había sido removida, la religión caía en un abismo del que no iba a volver y las textileras, poco a poco iban desapareciendo por un síntoma llamado globalización, es más, su carro, en ese estancamiento en el tiempo, se había quedado obsoleto y hoy era reemplazado por carros con cubiertas en fibra de vidrio, lo que los hacía más desechables que su amado Renault cuatro.

Hasta las cometas y globos que llenaban de colores los aires del Valle de Aburrá, se vieron opacados por un crecimiento a grandes pasos de la aviación, lo que causó que sus aviones empezaran a reemplazar a estos antiguos surcadores del aire y a contaminar mucho más que ellos.

Las casas de los barrios y los pequeños edificios que antes adornaban el centro, vieron crecer ante ellos una torre que los reflejaba a todos, conocido como Edificio de los espejos y que era una belleza arquitectónica, también era el causante de la muerte de muchas aves que chocaban a diario con él, por no identificar si podían o no seguir volando. Siguió recorriendo esa ciudad y se encontró con esculturas de Botero, ese que pintaba gordas y que vive fuera de la ciudad porque nadie creía en su arte, al que ya le han hecho una plaza con sus mejores trabajos y finalmente en ese caminar se encontró con otro edificio, dicen que moderno. Lo llamaban el Inteligente porque en él se habían ubicado las Empresas Publicas, la empresa más prospera del país y de la cual su padre fue empleado en el pasado.

Quiso volver al cerro donde estaba pintando su cuadro, pero cuando llegó, vio que ya del cerro no quedaba nada, estaba invadido por los desplazados que la guerra, que antes se libraba en las ciudades y se había ido al campo, dejaba regados sin hogar. Pero también se vio sorprendido por unas cabinas de un teleférico que solo había visto para subir a Monserrate en Bogotá, pero que hoy hacían parte de ese proyecto Metro que cuando empezó a pintar habían anunciado y que hoy atravesaba la ciudad.

Se vio allá, miró la periferia de la ciudad y sintió que la gente lo miraba como un extraño. Empezó a llorar, a mirar lo que hoy pasaba con esa ciudad acogedora y que hoy se desentendía de lo que era en el pasado, solo por querer parecerse a las grandes metrópolis del mundo, un pito empezó a recorrerle el oído, le inundó la cabeza y lo despertó.

Apagó el reloj despertador, salió a la puerta de su casa, vio que aún era 1990, se encontró con el periódico que volvía a anunciar asesinatos, se sentó en la acera y se puso a reflexionar, no sabía que era peor, si lo que le estaba pasando o lo que le deparaba en el futuro a la ciudad.

3 comentarios

  1. de cualquier manera y en cualquier época, siempre hay gentes con mala memoria.
    pobre tu personaje, vivir en un siglo y recordar el futuro!

    besos,JuanSe*
    (y te estamos esperando aquí en Mardel!)

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