Tras las máscaras

Mascaras de oxigeno

Ilustración: JuanSe

Cuando el mundo había evolucionado y con él había muerto todo indicio de vida natural en su faz, los pocos hombres que habitaban su superficie tuvieron que condenarse a vivir en sus casas que eran los pocos sitios donde había oxigeno puro el cual era otorgado por unas máquinas purificadoras del aire que se encargaban de dicho proceso. Las escuelas también eran templos con dichas máquinas, además ciertos sitios de mercado y donde las personas se reunían.

Ana salió de su casa, tomó su tanque de oxigeno y llegó a la universidad, era el primer día de estudio y su carrera de sicología que apenas comenzaría la llenaba de curiosidad.

Los tanques tenían que usarse mientras estuvieran en contacto con el aire irrespirable que dejó la contaminación, las fábricas y uno que otro químico que se escapó de esa poca conciencia que tomaron las personas sobre el cuidado de un planeta que moría poco a poco.

Álvaro con su tanque de oxigeno pequeño, ese que había decorado tal y como se le ocurrió con tal de no parecerse a los demás, la vio pasar, ella hacía parte de esa camada de estudiantes nuevos que llegaban a la universidad y que él como buen estudiante antiguo, se sentaba a mirar como llegaban para tratar de conquistar a las mujeres. Sin importar nada, la vio con su vestido rosa, sus tennis violeta y su cabello rubio y decidió ir a hablarle.

Cuando se le acercó, ella se hizo para atrás, le gustaba el diseño que tenía él tanto en su tanque, como el de su careta. Sin dejarlo mediar palabra, le preguntó si le podría hacer uno igual. Él le respondió que no uno igual, pero si uno personal, solo lo tendría ella.

Como chica ingenua de primer semestre, ella aceptó y se dejó llevar poco a poco por él, quien la conquistaba con dibujos, con palabras y con extensas tardes rodeadas de su compañía.

Poco a poco se fueron enamorando y ella se moría por darle un beso, pese a que las mascaras se lo impidieran y las leyes establecidas en la época también, porque los noviazgos se limitaban a sellar sus expresiones de amor, en un abrazo y unas manos entrelazadas.

El tiempo corrió, ambos se miraban a los ojos y cada que lo hacían, se entristecían por saber que al sacar sus mascarillas para hacer lo que tanto deseaban y morir en ese intento era lo único que les esperaba. Igual, ya se tomaban de la mano, ya se abrazaban y ya se hacían la visita en la casa, el problema era que no tenían ese momento solos para poder sellar con un beso lo que tanto esperaban. Así como se los habían contado sus padres.

Esperaron a que llegara el momento y fue en una visita al cinema, que encontraron el momento.

Luego de que la película terminara y de salir del cinema, mientras caminaban a casa de Ana, vieron que todo podía darse. Llevaban saliendo poco más de seis meses.

Álvaro la miró a los ojos, ella le sonrió y se sonrojó. Afuera en la calle, mientras la contaminación los inundaba y el corazón les palpitaba, él le sacó la máscara, ella hizo lo mismo, cerraron los ojos, se inclinaron el uno sobre el otro y juntaron sus labios, inhalaron sus alientos y se dejaron morir en ese beso, luego, comprobaron que podían respirar sin necesidad de los tanques de oxigeno.

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