Hoy a medio día me entró un servicio de la central al mando, era para recoger a una muchacha en el barrio Los Colores, atendí ahí mismo para que no me quitaran ese servicio ya que el día había estado más bien flojongo.
Resulta que llegué a los dos minutos de haber aceptado el servicio y pité, como siempre pita uno.
La muchacha no aparecía. La cosa es que con ese mando uno ya no tiene forma de llamar a la central y meterle presión al cliente. Yo creí que iba a ser un falso positivo de servicio, donde lo llaman a uno y no sale nadie, pero no. A los diez minutos salió una muchacha que ustedes no se imaginan la muchacha.
Era una mona, con rubor para los cachetes y nada más; con los ojitos verdes, una blusita como de pajaritos medio transparentosa y un pantalón de esos de ejecutiva. Se montó y olía a un perfume todo rico, no sé si a flores, no sé, pero era muy rico. Me dijo que la llevara a la vía Jardín.
El camino fue cortico, agarré La Ochenta derecho hasta San Juan y ahí agarré para abajo hasta la 74 donde me metí a buscar el parque de Laureles. La muchacha estaba toda extrañada. Yo, cuando ya íbamos bajando, le pregunté:
-Listo niña, ¿Dónde la dejo?
-En la vía Jardín- me respondió.
-Aquí estamos – le dije medio sobrado.
-No, esta es la avenida Jardín, yo tengo que ir a la vía Jardín donde tengo un almuerzo de negocios y no hemos hecho sino dar vueltas por aquí y nada que llegamos al Poblado. ¿O es que no sabe dónde queda la Vía Jardín?
-¿La vía Jardín? – le pregunté.
-Sí, la que queda ahí arribita del parque Lleras.
-Ah sí, claro, claro- le dije yo haciéndome el equivocado, pero la verdad es que no sabía dónde era. Me tocó pedirle a ella que me explicara dónde la dejara, porque si no, yo la hubiera llevado de tour por el Poblado.
¡Siempre es que aprende uno cosas nuevas cada día!