Bajo las estrellas

Foto: http://dibujaunmundoideal.blogspot.com/

Nota: Este cuento se concibió en respuesta a un reto que me puso Mercé, desde España. Su Blog acá: http://loscuentoscuentosson.blogspot.com/

Y allí estaban nuevamente, acostados el uno al lado del otro, ella con su vestido rosa, su cabello ondulado bien recogido con una diadema rosa y su sonrisa de oreja a oreja, él estaba a su lado izquierdo, con su camisa a cuadros azul oscuro y azul claro, ambos se gustaban, pero no se lo decían.

Se habían puesto la cita esa noche, después de hacerse caras y muchos silencios cuando estaban frente a frente en el colegio. Un picnic, pensó él y así lo hizo.

Llegó media hora antes de la cita, con su canasta bajo el brazo, el cielo estaba lleno de estrellas y la luna, brillaba llena y con ganas de venirse contra el mundo por lo grande que se veía. Buscó el lugar donde le había dicho. “Debajo del durazno que está floreciendo y aromatiza todo a su alrededor después de las siete”. Sacó el mantel a cuadros rojos y blancos y que llevaban impreso en él un bodegón, que le había sacado a su madre de las ropas de casa para ocasiones especiales. Luego, ordenó uno a uno los manjares que había llevado para ella. En un plato azul, los sanduches de jamón y queso, en un plato verde, los sanduches de crema de avellanas, en un plato blanco puso las uvas verdes y en otro verde, las rojas. Sacó el jugo de naranja, se abotonó la camisa hasta arriba y se sentó a esperarla.

Ella, estuvo allá, tres minutos después de la hora que él le había dicho, se había sonrojado mucho al verlo, pero sobre todo al acercarse, darle un abrazo y un beso para saludarlo y sentir el aroma de su perfume recorriéndole el cuerpo, desde sus entradas olfativas, hasta la punta de los pies, escalofrío que no pudo contener.

Él tampoco pudo contener sus mejillas sonrojadas, pero lo ocultó con una leve sonrisa.

Comieron.

Apenas terminaron, recogieron los platos y se tumbaron sobre el mantel, ese que interrumpía el verde del césped y se quedaron perplejos.

-Soy escritor- le dijo él, dentro de su inocencia de niño.

-¿ah Si? ¿Y Por qué nunca me has escrito nada?- Respondió ella.

-¿Quién dijo que no?- Dijo él y fue sacando del fondo de la canasta una libreta llena de notas.

-Pero esto se lo pudiste haber escrito a alguien más- Agregó ella, con la libreta en la mano- ¡Quiero que escribas algo para mí ya!

-Está bien.

Él sacó su bolígrafo, abrió la libreta y se sentó a tratar de escribir, ella se quedó a su lado acostada mirando el cielo.

-Me gustan las estrellas- le dijo ella.

-A mi también- Respondió él y volvió a su tarea.

Nada le salía, absolutamente nada. Miraba al cielo, las estrellas intermitentemente brillaban y ella suspiraba, él se tomaba la cabeza y luego de pensarlo mucho, agarró una estrella y empezó a escribir.

Una a una las estrellas seguían el trazado de su mano, el sonido de su voz escrita y ella, se sorprendía más y más.

Al final, se detuvo su mano, las estrellas se tranquilizaron y ella, solo optó por pararse, darle un beso en la mejilla y tomarlo de las manos, se pararon frente a frente, como una pareja lo hace frente al altar para casarse.

-Así será- dijo ella.

Lo arrastró colina abajo y salieron dejando el papel y las minas sobre ellos, igual de azul que siempre, pero con un escrito en él. “Cada noche si estás triste, me podrás recordar, mira al cielo y con el viento, entre estrellas, diez mil besos, mis labios te harán llegar.”

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