La destrucción es el mejor argumento que el ser humano encuentra para demostrar su ignorancia y lo muestra con creces cuando quiere juzgar el trabajo de los demás, y se nota aún más en el momento en el que, en lugares donde se debe ser objetivo, se llena de subjetividad y con ganas de ridiculizar opina para mostrarse superior o simplemente aplastar a otro.
Esa subjetividad ridícula y destructiva se encuentra muy enconada en el “periodismo” especializado y de difusión, lo puedes encontrar en la música y en el fútbol, en la política y en la justicia. Todos, en distintas dosis.
A mi me gusta hablar de música y lo hago constantemente, lo disfruto.
En el año 2012 en el Festival Altavoz nació una figura nueva conocida como “Banda Nacional en el Extranjero”, o algo así. Donde lo que quería la organización era mostrar bandas colombianas que estuvieran luchando el mismo camino que las bandas locales, pero en un mercado más amplio y difícil: el extranjero.
Como cereza para el postre, trajeron una banda llamada “La cometa”, muy nueva y muy de malas: eran la primera de la figura, nadie la conocía y a muchos de los “periodistas” de rock independientes, les pareció un despilfarro de dinero en bandas que no le gustaban a nadie, pudiendo invertirlo en bandas extranjeras gigantes.
El postre se lo comieron todos y en la rueda de prensa recurrieron a la destrucción y el enfrentamiento con los miembros de la banda, generándoles un mal ambiente peor que el que ya les habían ofrecido antes y durante su presentación. La destrucción en todo su esplendor.
Para el 2013, la figura de la “Banda Nacional en el Extranjero” siguió adelante y volvió a ser criticada. Esta vez trajo a una banda desconocida llamada “La Chiva Gantiva”, que a su vez venía de un país que como la música de La Chiva, es desconocido para nosotros: Bélgica.
Muchos, en su afán de ser eruditos del rock y muy lejos de dar un juicio de valor objetivo, se limitaron al mismo argumento que se ofrece en la ignorancia: “¿Y esos quiénes son?”.
La subjetividad se vive en el arte, es más, es parte primordial en él, porque permite que cada quien disfrute del mismo a su manera. Lo que no se debe permitir es que esa subjetividad llegue a los medios de difusión, a esos medios que se rompen las vestiduras y gritan a los cuatro vientos que el rock está subvalorado, que el rock no tiene apoyo, que ellos son los únicos que apoyan el rock, cuando a la hora de difundir, destruyen sin razón. Esa subjetividad se vio a la hora de juzgar el trabajo de La Chiva Gantiva y en muchos lugares le abrieron la puerta para destruirlo.
Algunos hablaron de rosca, otros hablaron de oportunidades que le quitaron a bandas locales, otros de despilfarro de dinero y otros de la calidad musical, la verdad es que La Chiva Gantiva, con “rosca”, con “cierre de espacios para otras bandas”, con “despilfarro” y sobre todo con música, dieron una cátedra inmensa en la tarima norte de Altavoz 10.
La Chiva Gantiva es una banda que tres colombianos montaron en Bélgica junto a dos belgas, un francés y un vietnamita. Una banda que en vivo derrocha energía y que muchos debieron ver en la tarima principal de Altavoz, lastimosamente, por los hechos de destrucción del año anterior en su “categoría”, decidieron que debían estar en la Tarima Norte, donde pocos gozaron de un show poderoso, cargado de energía, sabor y mucho profesionalismo.
Yo, que hace muchos años decidí disfrutar la música, aplaudí una a una sus canciones, bailé cada una de ellas, disfruté su puesta en escena y me pareció increíble que una banda de su calibre estuviera siendo ignorada por muchos de los medios de difusión que se agolpaban en Altavoz.
La verdad es que “La Chiva Gantiva” descrestó a muchas personas con su música y su actitud, es más, algunos miembros de bandas de la ciudad estuvieron viendo su show y encontraron cosas que explotar en la tarima, sobre todo, porque en la ciudad, hay muchas bandas que se esfuerzan mucho por grabar un disco pero en la tarima dejan mucho que desear.
Mejor dicho, antes de la destrucción que tal vez se pudo escuchar bajo las mesas, esta banda, que a muchos los puso en discordia, demostró un manejo de escenario, una calidad musical y un trabajo dedicado. Tanto que tienen a un vietnamita y un belga en los vientos tocando como si hubieran vivido toda su vida en San Jacinto, a un belga en la percusión que pareciera sentir los ritmos colombianos como suyos, a un francés al bajo que disfruta cada nota que toca y a tres colombianos que hoy se enorgullecen de tener una de las bandas más representativas del Rock belga. Una banda que mezcla Rock con sonidos afro que van desde el funk hasta llegar a la champeta y que dejan un mensaje claro de protesta y diversión, que uno ni se imagina. Una banda que muestra una vez más que el problema de Altavoz no es de rosca, sino de muchos que se visten con una escarapela de prensa prometiendo difundir el festival, y lo único que hacen es destruir lentamente el trabajo de otros.
Esa última frase me recuerda a una canción que canto cada vez que alguien quiere destruir el trabajo de otros, la canta Tronic, una banda de Chile: “¿Cómo puedes criticar en cinco minutos un trabajo que se ha demorado meses?”.