Viejo olvido

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 Foto: http://www.flickr.com/photos/brozphoto

Cada mañana se despertaba con el cantar de los pájaros, se vestía con su pantalón de paño negro, su camisa de rayas blancas y azules, un saco negro y un sombrero con una pluma a un costado; salía a caminar su viudez por las calles de un pueblo que poco a poco lo iba olvidando y llegaba hasta el parque buscando una paloma para contarle la historia que había escrito hasta ese día.

Caminaba lento porque el dolor pesa, porque el amor duele y la ausencia se aferra a los pies para inmovilizarlos. Se pegaba a las paredes y las rejas intentando aferrarse a esta vida, pese a que en el más allá tenía a su amor esperándolo para besarlo y no soltarlo nunca más.

Subía a diario la misma loma, por la que tanta sangre había corrido, esa misma sangre que sus pasos lograban borrar cuando la lluvia no lo hacía. Bajaba en silencio con una bolsa en la mano y unas cuantas frutas en ella, o algo más para comer, o algo para regalar. Sonreía a todo el que pasaba a su lado, lo saludaba como cuando esas calles no estaban cubiertas por el pavimento y le dolía que lo ignoraran con cada paso que daba. Se sentía invisible, inservible, asocial.

Con cada paso le dolía el pecho, la vejez lo obligaba a esforzarse para respirar. Esa tarde, aferrado a una reja, con la bolsa en la mano, se le dificultó más.

El tiempo no quiso andar más ante sus ojos, el corazón le ardió y empezó a pararse. Los pasos se detuvieron, apretó la reja con fuerza, la bolsa nunca la soltó. Se quedó parado, aguantando el dolor que le oprimía el pecho y sintió cómo se iba convirtiendo en polvo y se le extinguía la vida.

La gente pasaba a su lado, lo veía detenido; él, fuerte, como lo había sido desde la muerte de su esposa, se quedó parado, con los ojos abiertos, esperando lentamente que se le cortara la respiración.

Murió de pie, luchando, tratando de llegar a casa para acostarse allí. Nadie, por el olvido al que había sido condenado, se detuvo a ver qué le pasaba, nadie pudo ayudarle, nadie lo quiso ver vivir.

Nota: Este cuento participó en un concurso y no ganó, igual, como siempre, acá está para todos.