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Me subo al bus, una mujer llora, un hombre canta, una niña juega, una chica sueña. Busco silla, no la encuentro, miro al frente y veo rostros, caras tristes, o amargas, diez felices, seis corbatas, tres sacos de paño, dos de lana virgen, un tatuaje, un joven, unos audífonos, un hombre con capucha. Sigo caminando, el busero grita, sigue entrando gente y el reggaeton en el parlante suena demasiado fuerte, miro al suelo, hay cuatro monedas, tres sandalias, cuatro bolsas. Alzo la mirada, sigo yendo atrás, otro hombre con capucha, un susto, una acrobacia, gritan muy muy fuerte y sacan sus armas, abren los bolsos, encañonan a todos, sacan pulseras, guardan celulares, los ojos les huelen a rabia y las caras tras sus mascaras sonríen. Pasan uno a uno, requisan bolsillos, llegan al conductor, le roban el dinero que lleva escondido, un hombre se resiste, ellos se enojan, siguen discutiendo, un disparo suena, ambos se detienen, salen corriendo, huyen en distintas direcciones, el hombre se desangra acostado en una silla.