A las siete de la noche, como se lo había dicho, estuvo en casa de ella, el auto que había escogido para recogerla era perfecto pues así estarían ellos dos solos, sin la intromisión de alguien más. Ella se subió al carro, lo saludó con un beso en la mejilla, un abrazo y una sonrisa, él le sonrió también y le dejó a su disposición el ipod para que ella pusiera lo que quisiera.
Empezaron a subir las lomas de Primavera, la ciudad cada vez se alejaba más y dejaba un tono anaranjado a sus espaldas, entraron en un edificio que ella no conocía, en un sector que no conocía, cerca al centro comercial más exclusivo de la ciudad. Lugar al que ella solo había ido en un par de oportunidades.
Bajaron del carro y entraron en el ascensor que se abría con una llave especial y que para subir al piso tocaba introducir la llave para que desbloqueara el numero del apartamento de él en el teclado, él tímidamente intentó tomarle la mano, ella sonrió, no pensó que fuera tan inocente, pese a las intenciones que se le notaban, pues según le habían dicho el día que lo conoció, solo buscaba acostarse con las mujeres que le llamaban la atención.
Todo empezó con la comida, luego se sentaron en la sala a conversar y conocerse mejor, mientras la noche seguía avanzando y las sonrisas amenizando la pequeña reunión que tenía lugar en el apartamento. Él sacó una botella de vino de la licorera, lo sirvió, y tambien un paquete de velas que iban a cumplir con ese ritual digno de los habitantes de Granada, en el cual sacrificaban el fuego y las velas en honor a Dios para iluminar el camino y determinar así el inicio de la navidad.
Los tragos fueron acrecentándose y poco a poco iban haciendo su efecto, él estaba un poco ebrio ya y ella de igual manera también lo estaba, cuando empezaron a buscar sus labios y juntarse de a poco, él metió la mano bajo la camisa de ella y ella no lo dejó adentrarse más, algo de rabia se vio en sus ojos, empezó a usar la fuerza, la tomó de los brazos, le rasgó la camisa y la acostó en la cama, ella se oponía, pero la fuerza de él era mayor, pues su cuerpo esculpido en el gimnasio daban prenda de eso.
Pronto la tenía desnuda y él también ya lo estaba, ella viendose acorralada pero victima de violación por un borracho, estaba tan asustada que la borrachera le bajó y la dejó con el más grande estado de sobriedad que jamás habría imaginado. Dejó que él le hiciera todo lo que pensara, pero su mente estaba divagando, recordando cosas que la habían atormentado en la infancia, el maltrato de su padre, el abandono del mismo. Cuando él hubo terminado lo que tanto esfuerzo le causó, se metió entre las sábanas de seda y satín, acostado al lado de ella y allí se quedó dormido.
Ella dolida por todo lo que le había causado, hizo su propio sacrificio, buscó la llave en el bolsillo del pantalón de él, tomó una botella de whiskey de la licorera, la vació sobre la cama, tomó un encendedor y le prendió fuego, salió del edificio con su ropa hecha pedazos, paró un taxi y se fue.
La purificación del fuego…He visto su resplandor y he olido su humo! Me ha gustado mucho!Un abrazo!
¡¡¡Siempre me sorprendes con estos finales, tan certeros, tan tu!!! Tal como dijo MErcedes, el fuego lo limpia todo…Beso enorme Jaunsee!!!
Me recordaste un capítulo de "sobre héroes y tumbas", de Sábato…limpiar con el fuego.Mil besos,Juanse!*
Super Juanse, pero que miedo uno quemar a alguien!!!Pero se justifica su accion.Felicitaciones!!!