Primera Vez

A Laura por el reto y la confianza.

Foto: http://elhijodedios.com

Era de esas noches lluviosas en las que lo único que quedaba para hacer, era sacarle el polvo a los juegos de mesa y utilizarlos para vencer el aburrimiento de un grupo de jóvenes que rondábamos entre los catorce y los diecinueve años.

Éramos varias parejas, que el frío de la finca hacía que nos acercáramos a quien fuera nuestro par, en mi caso, él.

Esta noche será mi noche, tal vez pensaba él. Llevábamos juntos desde que yo tenía doce años, en ese tiempo éramos una pareja llena de inocencia que no pensaba en nada más allá que unos simples besos. Cuando nos formalizamos yo ya tenía catorce y él, mayor que yo tres años me dijo que era lo que más había anhelado.

Fue hace un año ya que decidimos formalizarlo, pero nunca habíamos pasado de un beso profundo que me erizara todo y una caricia tierna. Digo que pensaba eso, porque en la cara que tenía cuando me invitó se le notaba. Yo igual también quería. Era tal vez la recompensa que ambos merecíamos por tan larga espera.

Me tomó del brazo mientras todos jugaban un gran turno de UNO, me alejó del grupo y me metió en la habitación. Yo sabía a lo que iba, era inevitable y con mis nervios a flor de piel, las mariposas en el estómago y un deseo insaciable, empecé a besarlo profundamente y a desnudarlo. Le arranqué la camisa pese a tener ese miedo a ser descubiertos. Él más prudente me arrancó el pantalón.  Asi poco a poco nos íbamos quitando una a una las prendas, bajo mi camisa blanca desabrochó el brassier y empezó a lamerme los senos, era la primera vez que alguien lo hacía, pero lo hizo con tanto amor, que no se sentía tan desagradable como yo pensaba.

Él, ya totalmente desnudo, solo tenía sus medias puestas, yo solo tenía sobre mí unos calzones infantiles y podía sentir toda la atención del juego de UNO, puesta sobre nuestra habitación. Pero sin embargo seguía dispuesta a acabar con tan larga espera. Poco a poco me fue bajando los calzoncitos, esos que dije que eran infantiles y que estaban tan mojados que lo hicieron excitarse más. Ahí estábamos, él debajo de mí, solo era mover las caderas y el coito que tanto esperábamos se podía dar. El angulo recto que formábamos perfectamente, se veía reflejado en forma de sombras en la pared. Sedientos de placer, la lluvia afuera golpeaba aún más, nuestros amigos pegados a la puerta, pendientes a nuestro momento. Te amo, me susurraba, yo inocentemente le decía lo mismo.

Lo tomé, estaba tan perfecto, tan sincero que los besos que me daba en el cuello me hacían subir más y más la excitación, tanto que solo atinaba a rasgarle la espalda con mis uñas, él parecía disfrutarlo. Cuando quise que lo hiciera, que por fin me sintiera, estuviera dentro de mí y saciara esa sed que teníamos el uno del otro, se lo pedí, casi que a gritos. Pero cuando ya estaba dispuesto a penetrarme, pasó lo impensable, hasta ahí llegó, su cuerpo descargó todo el placer, que salió expulsado en una larga fuente poco a poco, en chorros largos y luego cortos. Ahí quedó, exhausto, mirando al techo. Yo me vestí nuevamente y salí a seguir jugando, él durmió hasta el otro día, nuestro encuentro quedó pospuesto.

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