Foto: http://mipasoenstadimension.blogspot.com
Los recuerdos fueron bajando mientras pateaban las piedras del amor. Se le cerraron los ojos, imaginó.
Qué bella había sido la noche en que el frío la cubrió y entre besos, abrazos y sexo, que vos llamabas, hacerle el amor, su cuerpo se calentó, el arroz de su piel desapareció y su cabello castaño completo te cubrió. Te encantaba su cabello largo, su olor, sus pezones perdidos, su sabor, el jugo de sus labios, ese aroma dulzón que quedaba en tus dedos después de sus noches de frío.
Eso fue lo primero que te llegó a la mente, a las patadas; después de jurarte no tenerla en la mente más. El frío esta vez era para vos. ¿Cómo estará? Alcanzaste a preguntar. La leías, se sentía feliz, encantada con alguien más, alguien nuevo que la hacía sonreír.
Decidiste, después del frío, ser capaz de poder llamarla, el recuerdo de su sonrisa te impulsaría a volver a hacerlo, la patada del recuerdo te frenó en seco.
La lluvia de la noche en que tus pies se mojaron y tus hombros también, había desenlazado en una unión en la cama desnudos para evitarte el dolor del pecho que te traía mojarte con lo que caía del cielo. Todo pintaba bien hasta que a ella no le gustó algún movimiento de tus dedos mientras delineabas su cuerpo. Se paró ofuscada, te sacó de casa.
Con la ropa mojada y el cuerpo frío, caminaste hasta la casa, con el corazón lleno de ganas, no quisiste regresar. Tosiste durante tres horas, el pecho sonó y sonó, las lágrimas inundaron tus bolsillos vacíos de dinero y pasión.
La tos de tu boca también pateó los recuerdos, el sueño en tu mente, no verla nunca más.
Dormiste profundo, empezaste a soñar, con cada patada tosías mucho más. Sangre, sueños, recuerdos y más, cuando ella llamó a tu teléfono, no te pudiste levantar. No escuchabas, no veías, no podías despertar, la tos, el frío y los recuerdos, en los sueños te alcanzaron a matar.