Obra: Dánae y la lluvia de oro
Autor: Tiziano.
Imagen: http://lamandragora-alicia.blogspot.com
Desde muy pequeña, cuando apenas tenía más o menos doce años, en una de mis tantas incursiones hacia el interior de mis piernas con el jabón para bañarme mis partes más intimas, sentí el roce de mis dedos con mi sexo y vi el cielo, mis ojos se desviaron, solté un gemido profundo, que no pudo desatar más, porque en la puerta estaba mi hermana esperando a bañarse ella también.
Boca arriba, boca abajo, de medio lado, con las piernas abiertas, cerradas, cruzadas, en fín, para qué ponernos a enumerar las maneras de llegar si cada vez era más increíble.
Pero les voy a confesar, mi más grande placer, vino después. Ya me había tocado de las maneras más inimaginables y había tenido los mejores orgasmos que cualquiera pueda tener, y fue con él, con el escritor, ese fracasado escritor que tuve como novio y que se preocupaba por darme todo el placer que según él “Me merecía”.
Estábamos en eso, él sobre mí, yo disfrutando, el dentro mío y yo casi gritando, cuando paró,. Salió en mitad de mi éxtasis, estaba a pocos enviones antes de que mi placer fuera pleno, cuando lo vi parado frente a mi, yo con las piernas abiertas. Un líquido caliente y amarillo caía sobre mí, mi excitación en vez de descender por el asco, se incrementó y con un solo roce de sus dedos, llegué. Increiblemente, llegué.
Empecé a averiguar si de pronto eso que me había pasado, era solo a mi, pero me enteré que no, que había gente que también lo disfrutaba y lo llamaba “lluvia dorada”.
Yo, tengo que reconocerlo, los mejores orgasmos que he tenido en mi vida, los tuve a partir de esa tarde en ese motel con el escritor fracasado, los mejores orgasmos, llegaron con la lluvia, dorada.
Oh, vaya, me pregunto si siendo tauro, signo de tierra, la lluvia (todo tipo de lluvia) podría influir en mí de la misma manera que en la protagonista de tu historia…
Un gran saludo!