Mariposas

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Llevaban ya dos años juntos, las mariposas que sintió desde el principio en su estómago, le dieron esa sensación que desde chiquito le habían cultivado en la cabeza, como la que manifestaba el amor.

Cuando fue creciendo, en clase de biología se enteró que las mariposas solo vivían un día. Que tanto esfuerzo por salir de un capullo, por ser algo tan bello, moría en un solo momento. Y hoy, justo hoy, le volvía la imagen a la cabeza y ese mismo dato. Claro, se ahondó más en el interior porque sabía que ese amor que sentía y esas mariposas que revoloteaban en su estómago siempre que la veía, eran capullos sembrados desde el día anterior que solo lograban convertirse en mariposas cuando estaban frente a frente, o ella lo besaba, o lo abrazaba, o simplemente le susurraba al oído.

Así cada día de cada año, cada sueño de cada noche, cada desayuno de cada fin de semana, cuando despertaban juntos, abrazados, uno frente al otro y él, con solo verla ya sentía el despertar de los hermosos insectos que cargaba siempre en su interior.

Esa noche, luego de esos dos años, de que las mariposas despertaran a diario cada que la veía. Él, quiso invitarla a pasar una noche excepcional. Con motivo del aniversario la llevó a comer al restaurante que ella más disfrutaba y luego de haber disfrutado juntos de las delicias que allí servían, la invitó a subir al carro y con los ojos vendados la llevó a su casa.

Cabe decir que desde el momento en que la vio las mariposas en su interior, revolotearon con menos intensidad, algo extraño para lo antes descrito. Pero igual, siguió adelante con el plan, y con cada detalle durante la comida y durante el viaje, no sintió más que cada mariposa cayendo en su estómago y ninguna de esas que en capullos formaban ese amor que antes había descrito renaciendo.

Llegaron a casa de él, en las afueras de Primavera, en el penthouse de un edificio que le permitía ver a trescientos sesenta grados alrededor lo que ocurría en la ciudad. La miró a los ojos, le dijo que la amaba y empezó a acercarse, ella le respondió, pero pese a la respuesta, él no sintió las mariposas en el estómago y mucho menos, cuando la fue a besar.

Una a una caían, como si les cortaran las alas. Y él no se explicaba, ya la había recorrido con los labios, la había desnudado, le había jugueteado con la lengua en el cuello y aún así, sentía como iban muriendo.

Ella sabía que él estaba raro, se lo preguntó varias veces y él, esquivo, le dijo que no pasaba nada.

Aunque la excitación ya era tan incontenible, él llevó la mano a la entrepierna de ella y esa humedad que antes lo había hecho excitar y tener erecciones magníficas, hoy le mató tres mariposas de un solo golpe y no le produjo nada, todo lo hacía más por costumbre, que por pasión.

Le sonrió, la miró a los ojos, soltó una lágrima, ella lo miró, no entendía nada, él le besó la frente, buscó en la mesa de noche y antes de que muriera la última mariposa que sentía, se voló la cabeza, para morir primero que ese amor.

5 comentarios

    • Estoy contigo, me ha sucedido pero nunca para llegar tan lejos, la historia iba normal hasta el abrupto final, demasiado impredecible, romántico, muy bueno. Normalmente no pensamos (pienso) así….hasta el final….

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