Los Polos Opuestos se atraen

Foto: http://rlv.zcache.com/

-Pero es que necesitas uñas filosas, un cuerpo más grande, dientes desgarradores y un pelaje hermoso y blanco- Le decía a Jim su madre.

-Mamá, pero ¿para qué?- le respondió Jim.

-Pues para que todo lo que sueñas se pueda dar.

-Pero es que yo no estoy soñando nada, todo está listo.

Cuando se habían conocido, Jim, era apenas un joven de dos años de edad, ella tenía uno, pero por su altura, era reconocida entre su gente y pretendida por esos machos sedientos de unas curvas tan seductoras como las suyas.

Se habían conocido nadando en esas noches en que Jim por estar siguiendo la luna se desvió y terminó en territorios de la familia de Ana, como se llamaba ella.

Cuando ella lo vió nadar, siguió su rastro y vio su versatilidad y velocidad para sortear las aguas, ahí fue cuando decidió seguirlo hasta su hogar y poco a poco vio que era tan al sur, que hasta miedo le dio de lo que pudiera encontrarse en el centro.

Jim se dio cuenta de que Ana lo seguía, así que poco a poco fue rodeandola, hasta que se le acercó y se le presentó. Notó que era una Osa Polar totalmente distinta a todas las demás, entre la ternura que desbordaba, encontró un aire de sencillez que la hicieron seguirlo y poco a poco dejaron que él se acercara a ella.

Cada noche, él la visitaba, la invitaba a salir, le preparaba veladas a la luz de la luna, porque ella disfrutaba las estrellas tanto como él la compañía de la luna, sonrisas, una tras otra iban inundando sus rostros, él le llevaba pescados, a veces la hacía sentir apenada y otras le entregaba el mejor caviar que podía conseguir cerca de su casa.

Decidieron ennoviarse, pese a que en las casas se opusieran, sobre todo a la frase que dicta que los polos opuestos se atraen.

Cuando vieron que fue suficiente noviazgo, decidieron irse a vivir juntos, él le había construido un iglú de piedras, porque en vista del odio que podían tener sus familias, decidieron irse a vivir en alguna isla del pacifico, donde por fin podrían vivir tranquilos, sin la molestia ni las quejas de nadie.

En su casa en el polo sur, antes que Jim, un pingüino real, tomara sus cosas y se fuera, su madre le volvió a recordar que no podía ser ni fluir nada en esa relación, todo porque ambos no tenían por qué estar juntos.

Él, tomó sus maletas, con un adiós y un beso en la cabeza se fue de casa, cuando llegó a su iglú de piedra construido en una isla del pacifico, esperó a que Ana, su amada osa polar, llegara, esperó una hora, dos, tres, dos días, una semana, simplemente, no llegó, él triste, empezó a desgarrar su garganta a gritos y con un Ukulele que le dieron otros animales nativos y hoy, si usted va a las islas polinesias puede escuchar el canto de Jim, que aun no entiende como la familia de Ana fue capaz de desaparecerla, solo por el hecho de haberse enamorado de un pingüino.

Un comentario

  1. Que historia mas caricaturesca!!!… Que pesar de Jim.
    Es raro leer esto porque no son tu tipo de historias… Pero igual está muy buena… Mas que trata de animalitos que tanto los amo!!!

    ¡¡¡Abrazos!!!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *