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En el país hay una ciudad, en la ciudad hay un barrio, en el barrio hay una cuadra, en la cuadra hay una esquina, en la esquina hay unos muchachos. Uno de ellos se llama Andrés, tiene 17 años recién cumplidos y es un nuevo egresado del liceo Juan Manuel Yepes.
Su madre trabaja en oficios varios y gana diez mil pesos diarios, por lo que no le alcanza para pagarle un sitio de educación superior a Andrés, que pasa las horas con otros chicos de la cuadra, sentado en la esquina esperando que el día se ahogue, mientras se dedican a jugar cartas, a montar en las motos y a fumar cigarrillo.
A veces ni siquiera les alcanza el sueldo de su madre para cubrir los gastos de ambos y es por eso que Andrés ha aceptado un trabajo, es con los chicos de la esquina, tiene que manejar una moto y así ganará plata para vivir con su madre durante unos seis meses.
Todo está dispuesto, la madre de Andrés sale de casa temprano y no volverá hasta la noche, él despierta tarde, se baña, se peina, se viste y sale, enciende un cigarrillo, saluda en la esquina a Pepe, el mejor tirador de la cuadra, les muestran una foto del personaje al que tienen que hacerle la vuelta, les entregan la moto, dos cascos, una pistola y unas gafas oscuras.
Andrés enciende la moto, es andariega y fuerte, como le gustan a él, con ésta vuelta probará finura y podrá ser chico de confianza para el Oso y así ganará más dinero. Pepe se monta y arrancan, bajan dos cuadras por la loma del barrio, doblan a la derecha y de frente se encuentran con el personaje al que tienen que matar.
Pepe desenfunda su arma, el personaje al otro lado de la acera lo ve, se lleva la mano al cinto, encuentra un arma, hace un par de disparos, la moto cae al suelo. Andrés no se para, Pepe lo mira, se acerca y lo sacude, sigue disparando, la victima de lo que iban a hacer, está corriendo por todos lados, se para detrás de Pepe y le hace un disparo en la cabeza, luego mira a Andrés, le quita el casco y se cerciora de que la bala haya impactado en la nuca, toma las llaves de la moto, el arma de Pepe y se marcha.
Esa noche, cuando la Mamá de Andrés volvió a casa, se encontró con la noticia de la muerte de su hijo, algo ya normal en el barrio, ella dijo descansar porque su hijo estaba ya perdido, a algunos ésta realidad les parece insoportable porque, dicen ellos, por una ley natural los hijos son los que deben enterrar a sus madres y no las madres las que diariamente en los barrios tienen que enterrar a sus hijos.