El sabor de la miel

A Luis, por el reto.

Foto: http://diretodoloquesientoel.blogspot.com/

Veintitres años, dos meses, seis días, tres horas, veinte segundos y el tiempo seguía contando. Había probado el sabor de unos labios por primera vez a los quince, pero ese sabor no fue tan dulce como habían prometido las películas, así que no había probado más que las mieles de la amargura de un mal beso y por eso salió huyéndole al amor, hasta hoy, ocho años después.

La vio caminar, no era tan perfecta como mandan esas mismas películas. Las caderas eran anchas, fértiles, los hombros no tanto, el pecho no era gigante, aun estaba en proceso de crecer, su cabello era liso, oscuro, sus labios carnosos, sus ojos oscuros, brillantes, sus pasos pequeños, sus manos dulces, y con solo eso tuvo para sentir que algo en su interior se encendía.

Se le acercó, la miró a los ojos, ella sonrió, sus mejillas se ruborizaron, su cabeza se agachó, él la tomó del mentón, la miró a los ojos.

-Hola- le dijo.

No cruzaron más palabras, él era tímido, ella aún más. Pero siguieron visitándose, en silencio, sentados en algún parque cerca a su casa. No se decían nada, solo se hacían compañía.

Poco a poco él se fue enamorando, esa llama que sintió ocho años después de su primer beso, se fue avivando y solo la sentía en el corazón cuando estaba cerca a ella, pero la sentía.

Ya estaban acostumbrados a estar juntos. Ambos miraban el reloj, esperaban a que fueran las tres de la tarde para sentarse en el parque, primero llegaba él; minutos después aparecía ella, ocupaban los dos columpios y a veces los niños se quejaban de esto, porque gritaban que estaban muy grandes para utilizarlos, pero aun asi, no los podían parar.

Un día, sin que lo esperaran, él, que ya estaba cansado de estar sentado en el mismo columpio, decidió decirle todo, pero, ¿qué era todo? ¿Y si de pronto ella no quería más que sentarse a su lado? ¿Sería que simplemente se había dejado absorber por la rutina y simplemente se había enamorado de pasar el tiempo con él? ¿Pensaría en alguien más que él? ¿Se sentaría con alguien más en otro parque? ¿Tendría novio en el colegio?

Si, ella tenía quince años, pero a él no le importaba, ¿Ya habría dado su primer beso o fue sólo él, el único hombre que besó por primera vez a los quince? Si no había sido asi, quería ser su primer beso.

Se lanzó al ruedo, decidió hacerlo. Primero que todo pensó en cambiar la rutina, luego simplemente mirar qué reacción tenía ella.

Esperó a que fueran las tres de la tarde, cerró la puerta de su casa, caminó los seiscientos treinta y tres pasos que había entre su puerta y el parque. Empezó con el cambio de rutina, los pasos los dio en las puntas del pie, para que nadie lo escuchara, luego se sentó en el parque, pero esta vez no fue en el columpio, fue en el mataculín, en uno de los extremos, ella llegó, lo miró a los ojos, volvió a sonreír como la primera vez, se sentó en el otro extremo y simplemente empezó a balancearse con él. Al parecer él le gustaba también, porque al otro día fue ella quien cambió la rutina y se sentó en el lisadero. Así siguieron pasando su vida, hasta tres meses y medio después, cuando el miedo de ambos se fue y decidieron pararse el uno frente al otro, sin decirse nada, en el mismo parque, se besaron, esta vez las mieles fueron dulces.

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