Cepillo de dientes

Cuando fue a mi casa por primera vez, se asombró al ver el filo que le había sacado al extremo sin cerdas de mi cepillo de dientes.

Vivía solo hacía dos años, no me tomaba un trago desde hacía cinco, cuando había ocurrido el accidente, ella conocí la historia: Si bebía el primer trago ya no podría parar y el conocimiento se me podría ir por los pasillos del olvido.

Esa noche el plan era salir con sus amigos, me iba a presentar en sociedad. Para la mesa pidieron una garrafa de aguardiente, yo una coca cola. Todos se rieron, como ocurría siempre en esos lugares. Ella se burló de mi, hizo un chiste de muy mal gusto. Yo me enojé. Así que para demostrarle a ellos de que estaba hecha mi garganta, me serví un primer trago de tan amargo licor. Ella lo celebró, yo la besé.

Entre baile, chistes y tragos, la garrafa se consumió, mi conocimiento también, al igual que mi equilibrio. Ella accedió a llevarme a la casa.

Cuando llegamos a mi casa me abalancé para besarla, ella se quitó, dijo que olía mal mi boca y hasta que no me cepillara los dientes no me iba a besar.

Acepté su pedido, fui al baño, tomé el cepillo, me miré al espejo, mi estado era deplorable, recordé la burla del principio de la noche, la rabia volvió a mí, empuñé el cepillo y con fuerza me cepillé los dientes, tan fuerte que la punta afilada se me clavó en la palma. Sonreí.

Apenas sentí el aliento fui a buscarla, me volví a abalanzar, ella sintió la menta salir de mi boca mezclada con el alcohol, me dio un beso, cerró los ojos. Mi costumbre de besar con los ojos abiertos dejó verla retorcerse de pasión ante mí, también me dejó verla retorcerse de dolor apenas le clavé el cepillo afilado con fuerza en el lado izquierdo del cuello. Su sangre me manchó la cara, la camiseta, la cara. Ella se desplomó. Desapareció.

Al otro día, cuando desperté, no encontré sino la mancha de sangre, lloré, no la encontré a ella. Tal vez la maté, no sé. Sus amigos dicen que si, yo no la vi.

De la cárcel me salvó el dictamen que el siquiatra había hecho años antes de conocerla y por eso, sobre la mancha de sangre me paro en las noches para ver si ella regresa a recoger un poco para vivir, pero no, en el hospital mental parece que aún no la dejan entrar.

Un comentario

  1. Yo tampoco bebo alcohol. Suelo beber leche chocolatada al salir a veces por las noches. Tengo la suerte que no se burlan. Me tratan de «excéntrica» en su vocabulario. En fin…

    Me gustó muchísimo tu relato *

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