Celebrar 17 primaveras en La Primavera

Video: Nicolás Castro

Todo estaba dispuesto para que fuera una noche perfecta. No llovía pese a que todas las noches de esa semana había llovido. Saludé a Tavo y a Naty, mis dos bastiones en el trasegar de estos últimos tres años y quienes me han tenido en cuenta para varios proyectos como este.

¿Ya empezó la primera banda?

Entré y me encontré con el sofoco y el ruido. Al fondo estaban de blanco, como siempre, los 4 Cabezas.

Hip hop, funk, poesía. Ellos con su pureza musical y la limpieza de sus líricas demostraron al público por qué son una de las bandas revelación de los últimos dos años en Medellín. Subieron al público y sirvieron de entrada para el plato fuerte: los diecisiete de Doctor Krápula.

Ante un Blue que estaba a la mitad de su aforo en ese momento, porque había partido en el estadio y algunos se retrasaron, estos muchachos llenos de limpieza interpretativa, recitaron poesía, bailaron, movieron cabezas y agitaron manos en el aire, demostrando, alejados de las bases del dj, que con su banda quieren hacer bailar a una ciudad que hoy vibra con el rap y que encuentra en las agrupaciones un nuevo aire para salirse de ese beat acostumbrado.

Se bajaron con el aplauso y el agradecimiento de la gente. Se bajaron y en el Blue se prendió la fiesta que caracteriza al lugar.

Fueron cuarenta minutos o una hora que pasaron al ritmo de todo el rock que puede descargar este legendario lugar de la ciudad, tiempo que nos separó de eso que Doctor Krápula había preparado para el público de Medellín.

Yo salí un rato, comí algo y volví para ver el inicio de lo que sería una noche cargada de recuerdos. Volví para encontrarme el Blue a reventar, un Blue al que no le cabía un alma.

Y empezó a sonar.  

Como lo vienen haciendo desde hace años, Sagrado Corazón marcó el ritmo de lo que sería la noche. El calor se empezó a sentir en el lugar, el sudor empezó a brotar de los cuerpos de cerca de alrededor de quinientos cincuenta o más personas que estábamos congregados para celebrar la historia de una de las bandas más grandes y trabajadoras que ha dado este país. Una de las bandas que ha alzado la voz por muchos, que ha enamorado a otros y ha conmovido a otros tantos e incluso, alguna vez le generó indignación a un expresidente.

Fue un recorrido largo, que empezó en la actualidad y de un momento a otro nos llevó al principio, al noventa y siete o noventa y ocho, que trajo nostalgia y baile, cuando el punk y el ska marcaban los ritmos y los corazones de unos jóvenes rebeldes que decidieron montar una banda llamada Doctor Krápula. Con ese viaje a una velocidad gigante, a tantos años atrás, aparecieron unos globos de colores y unas guitarras inflables que convirtieron el concierto en lo que realmente era: una fiesta.

El Marciano, El Payaso y Mr Danger, tres de mis canciones favoritas de la banda, sonaron seguiditas y las canté con la emoción que el corazón me marcaba, un corazón solitario, parado, sin nadie, en medio de una multitud. Tal vez me decía que lo habíamos logrado, que lo que hace un mes habíamos soñado con Tavo, de ver El Blue a reventar para darle la mejor fiesta de cumpleaños al Doctor Krápula, estaba siendo realidad.

Todo iba bien, el corazón se seguía acelerando, cuando de pronto sentí que me empujaron y me dijeron: vamos para adelante. Volví a ser niño, volví a tener quince años, volví a empujar, a patear, a pedir permiso, a sentir el sudor de desconocidos sobre mi piel, volví a cantar a todo pulmón, volví a abrazar a mis amigos que con una sonrisa en el rostro me decían que lo habíamos logrado. Éramos felices, los rostros de todo el mundo en el público eran felices, los rostros de la banda eran mucho más felices. Tanto que varias veces Mario preguntó, entre sorprendido y abrumado, pero sobre todo lleno de alegría, por qué no se había hecho esa fiesta antes en ese lugar.

Y siguieron cantando, y seguimos cantando, algunos derramaban lágrimas, otros cantaban a grito herido; incluso algunos llevaban marcas de Krápula en la piel. Otros, llevábamos las marcas en el corazón y lo demostramos cantando cada canción.

Al final, después de una descarga de casi dos horas, donde el sudor, la amistad, el pogo, la fiesta, los globos, el color y la voz se reunieron en un solo sitio, logramos decirle al Doctor Krápula que no pararán en diecisiete, que serán más y que con el pasar del tiempo, seremos más los que estaremos en los escenarios viéndolos cantar, cantando sus canciones, subiéndonos a la tarima como lo hicieron un par de chicos, quitándoles el micrófono y el protagonismo a los verdaderos intérpretes para asumir ellos el rol de ser los dueños de la ceremonia aunque fuera por dos minutos. Porque sí, hubo respeto del público a la banda y de la banda al público y al mejor estilo del rock, en un abrazo se sellaron sobre las tablas todas esas cosas que el mismo rock despertó.

Fue una noche de rebeldía, de mensajes profundos, de corazones a mil, una noche que empecé solitario en un concierto, pero terminé con mi familia, esos con los que llevo soñando hace más de tres años con cambiar los escenarios independientes de la ciudad, esos con los que discuto y me desgrano la cabeza hasta entrada la madrugada para encontrarle solución a problemas y poder decir, como alguna vez le dijo un expresidente a Mario en la Casa de Nariño casi que a modo de burla: “Que las cosas van de mal en mejor…” al menos en lo que estamos haciendo, van de mal en mejor y esperamos sigan mejorando.

Y así, como yo terminé feliz, como terminé abrazando a mis amigos, a esos que tomaron fotos, que cantaron esa noche, sé que muchos se abrazaron al acabar el concierto, se besaron, se dedicaron canciones y cerraron la noche diciéndole al Sagrado Corazón que no deje de bombear porque, de pronto, se morían, y si todos los cumpleaños de Doctor Krápula van a ser así, nadie quiere morirse todavía.

Nota: la foto destacada de este post es de Manuel Rojas.