Carta de despido

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¿Te acordás aquel día que estabamos haciendo mercado para ir a la finca y me dijiste que te querías embriagar de vino? ¿Y te acordás que a pesar de que no tomo te di gusto y compramos cinco botellas? ¿Te acordás que esa noche no dormimos por estar bebiendo? Si, tu te bebiste cinco botellas de vino. ¿Te acordás el guayabo que te dio al otro día? ¿Te acordás que tuvimos que esperar para volver un par de días más porque estabas indispuesta? ¿Te acordás que cuando estuviste repuesta quisiste disparar y probar tu puntería con la pistola que guardaba en el armario? ¿Te acordás que fui metiendo una a una las seis balas que llenaron la recamara del revolver?¿Te acordás que habíamos quedado en que quien fallara un tiro entregaba la pistola? ¿Te acordás que no fallaste ninguno de los tiros?

Pues si, estoy en la finca, solo, porque no quisiste venir, no quisiste volver. Estoy sentado llorando y aun hay una bala en la recámara. Una bala como la que disparo en este papel, una bala como la que espero me penetre la piel y me quite la vida, una bala que no me permitirá seguir así.

Estamos sentados frente a frente, él me mira con su pequeña mirilla y yo le sonrío, temeroso, lleno de dudas y pensando si será capaz de disparar, pero luego recuerdo que soy yo solo el dueño de lo que pueda pasar.

Sabes, ya se ha acercado, la tinta se está regando por las lágrimas que caen sobre ella tan fresca, tan suave, tan fácil de correr y ya sus labios, fríos, como los tuyos esa tarde en que te enfermaste y la piel se te puso tan blanca, me han besado un par de veces, tal vez esperando el momento en que mi lengua busque en su interior abrirse paso y tocar y sentir su fuego en mi interior y sentir su fuego calcinándome, atravesándome.

Es la carta de despido, porque el día que partiste yo no te dejé ir, pero mejor lo dejo así. Tranquilo, luego de pensar mucho, luego de llorar mucho. Ahora soy yo el que te deja y cuando te enteres que lo he hecho para siempre y no me volverás a ver, será el momento en que querrás volver a la finca, mirarme a los ojos, sentirme en tus brazos, mirarme despertar a tu lado. Pero será muy tarde, le prometí que luego del tercer beso la accionaría y acá está, a unos centimetros de mis labios, entre mis manos, es perfecta. Por eso ahora me marcho, pero tranquila, vos seguís viva, vos estás viva, ¿Vos estás bien?
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Soltó la pluma de manera estrepitosa, tan estrepitosa como el beso que le dio esa mujer que le perforó la lengua, el craneo y el sueño. Durmió con el último beso que desde que ella se marchó quiso sentir. Durmió y no se volvió a despertar.

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