Amor para meter al microondas

Había esperado toda su vida por la oportunidad que se le estaba presentando en este momento.

Ella, con su vestido de ranas bien limpio, él con el suyo de jirafas, frente a frente, sin decirse nada por la timidez de ambos, y eso que llevaban varios meses viviendo juntos, pero nunca habían estado tan cerca.
Él siempre la contemplaba en la distancia, como se mira una foto. Se había enamorado de su esponjado cabello, que a veces era del color de la canela más fresca y otras veces, simplemente, era rubia como una cerveza, pero sin alcohol y no tan fiestera.
Ella, que también gustaba de él, lo observaba siempre con su traje colorido de jirafas, su gran boca le encantaba y solo soñaba poder juntarla con la suya y sumirlas en un profundo beso que les durara unas horas, muchas horas.
Esta vez era la oportunidad, el hacinamiento que había en su lugar de descanso en la casa, los llevó a estar cerquitica, separados por uno o dos centimetros.
Era la oportunidad, pensaron ambos.
-Hola- le dijo él.
-Hola- respondió ella timidamente.
-Es que… es que…- gagueó él.
-¿Es que, qué?- preguntó ella.
Él cerró los ojos y empezó a decirle.
-Es que siempre había querido estar tan cerquita tuyo y no se había presentado la oportunidad para hacerlo, igual, era solo para decirte…
En ese momento, alguien más entró a la cocina, era Maria, una mujer de cabello castaño, rizado, que la tomó a ella de la oreja, le echó leche hirviendo, luego un poco de Milo y se fue tomando el líquido para el cuarto.
-Me encantas- terminó de decir él con los ojos cerrados y cuando los abrió y no la vio, sintió que lo había dejado. Pero antes de que se desilusionara, alcanzó a divisar unos granos de Milo en el piso, asi que suspiró, esperó y aspiró a que ella volviera algún día, o al menos a que se sirviera café en ambos para una visita que llegara a la casa y así, estar bien cerquita para poder hablar.
Foto: JuanSe

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