Con el ulular del viento se iba produciendo un silbido por el pequeño orificio que había entre la puerta y la pared, eso la despertó. Él la esperaba en el balcón.
Corrió la puerta, él se giró con una taza de café en la mano, le sonrió, se la ofreció.
-¿Te has imaginado cómo sería volar?- Le preguntó él, mientras con la mano libre le señalaba el horizonte azul, donde el mar se funde con el cielo.
-Si, a veces me detengo y quiero ser pájaro, otras veces soy pájaro y me quiero detener- respondió ella.
Él volvió a sonreír.
-¿Por qué lo preguntas?- preguntó ella.
-No sé, tal vez es la altura y la monotonía de este amor. Tal vez son los orgasmos o las dudas, o simplemente el hecho de querer tener alas y ser libre- respondió él.
-Pero no siempre las alas son sinónimo de libertad. ¿Cuántos pájaros hay enjaulados o volando atemorizados?- dijo ella.
Ella le dio un sorbo al café.
-¿Tú volarías atemorizada?- le dijo él.
-Lo haría, si supiera que me van a depredar- agregó ella- así como a veces me da miedo caminar por el centro, o subir la velocidad del auto en la autopista. Son miedos distintos.
-No, tus miedos son materiales- agregó él- Tienes miedo a que te roben en el centro el celular que compraste o a que te arranquen miles de pesos en billetes porque un robot dijo. Yo estoy hablando de miedo de verdad, de temor a morir.
-¿No estábamos hablando de volar?- preguntó ella.
-Al fin y al cabo es lo mismo, si intentamos volar, vamos a morir- dijo él.
-¿Por qué lo dices? ¿Querés volar o morir?- insistió ella.
-En este momento no sé si quiero las dos, o si quiero ser libre, o si la libertad es una ilusión, así como la vida también lo es. Quiero volar, así muero en el intento. Quiero morir, así volar sin descanso, no me deje hacerlo.
Él la abrazó, la besó.
-Me marcharé en busca de la libertad, quiero sentir el aire en mi rostro, el silbido del viento en mis oídos, quiero vivir la vida y tal vez sentirla mía- le dijo él al oído durante el abrazo.
Ella, con la fuerza que tal vez nunca había hecho en su vida, lo abrazó más fuerte, después desapretó sus brazos y lo empujó al vacío por encima del pasamanos del balcón.
Él, mientras caía sintió el ulular del viento, el silbido que se filtraba por entre la puerta y la pared, sintió que volaba, sintió que moría.