Un humor para llorar

Asi o mas bueno 2

 

Foto: Augusto Serna

Cuando llegué al Teatrico, traía en mis hombros el peso de una semana muy extraña en mi ritmo de trabajo. El objetivo era ver “¿Así o más bueno? 2”, un stand up comedy con dos comediantes que admiro mucho y dos comediantes que eran completamente desconocidos para mi.

La entrada a la sala fue diez minutos después de la hora pactada en el cartel, ya que en el teatro se estaba llevando a cabo otro evento. El inicio del espectáculo no dio espera, es más, mucha gente se estaba sentando cuando en el escenario irrumpió Gonzalo Valderrama Múnera, con tilde en la i, para explicar en qué consistiría la noche, sobre todo para muchos de los que desconocen qué es una “noche de stand up comedy”. Es más, hizo un paralelo entre el humor al que nos han acostumbrado (el de cuentachistes) y el humor que ellos, los comediantes, hacen.

Después de esa pequeña ruptura del hielo, que sacó la primera carcajada de un teatro que no estaba lleno, se dio inicio a la función.

Apareció ante el publico, con una camiseta de “Miguel Ángel” y con los bolsillos cargados de minichocorramos, Juan Diego Galvis, la primera tortuga Ninja que decidió dejar las alcantarillas de la publicidad y dedicarse a hacer comedia. Su comedia se ve bonita, tiene unas situaciones muy buenas y puede tener más fuerza, si nos sentamos a mirar que en este pequeño mundillo del stand up comedy colombiano, muchos siempre cuentan sus tragedias amorosas y creo que la de Juan Diego, con la suficiente dedicación, puede hacer explotar al público en muchas más carcajadas y aplausos de los que se le ofrecieron.

¿Por qué? porque muchas de sus situaciones son tan surreales, que hacen de la imaginación un recurso al que el público debe apelar para entenderlas. Además, su acople a la vida de ñoño y sus ideales publicitarios, hacen que tal vez, dentro de todos esos comediantes que cuentan sus tragedias amorosas, él tenga un mundillo más explotable. Al final, hizo que las mujeres, fueran las que más disfrutaran su comedia y quisieran comérsele el minichocorramo.

Después de Galvis, apareció en el escenario Rafa López, para mi, la sorpresa de la noche. Llegó sin ánimo como todo buen filósofo, se instaló en el escenario como buen ingeniero mecánico y dio un show muy bueno, por no decir excelente, como un gran teatrero. Fue un momento de cinismo, crueldad y carcajadas. Si, Rafa apela a la crueldad y por eso tal vez lo disfrutamos, porque de una u otra forma, todos tenemos crueldad y disfrutamos de la “tragedia ajena”. Rafa, ese muchacho flaco con el mismo corte de barba que el Barón de Munchausen, como buen filósofo contó todo lo que le pasaba por la mente y que esperaba que le diera fama en doscientos o trescientos años. Mejor dicho, apunta alto.

Su comedia, no tiene un pero. Algunos dirán que se fue lanza en ristre contra “Los enanos”, pero muchos de sus aportes son hasta sorpresivos, como por ejemplo, el nombre de la asociación de gente pequeña de Colombia (http://www.pequenosgigantesdecolombia.com/). De resto no hay una queja, es más, explota al máximo la exageración y la crueldad, a tal punto que a mi me sacó lágrimas de la risa.

La sorpresa de encontrarme la calidad de Rafa López en el escenario fue algo que cambió las pocas expectativas que tenía sobre el show.  Es más, es en parte una comedia innovadora en este género del Stand up comedy, donde todos cuentan sus experiencias y Rafa va soltando ideas sueltas, que se hilan entre carcajada y carcajada.

Al final remata con una frase filosófica de un tal H. Lincoln, que queda en un fundido a negro para darle paso al siguiente comediante. Un punto en contra de este comediante: en youtube no es tan bueno como en vivo, así que páguele la boleta y disfrute su trabajo.

En esa misma oscuridad y en tres pasos (por su altura), aparece en el centro del escenario Alejo Mejía. A quien iba a ver por tercera o cuarta vez en espectáculo y pues, como alguien que ya lo ha visto tantas veces, me imaginé que su show iba a ser igual a su “En edad de merecer” y la verdad fue que siguió haciendo de la noche algo totalmente sorprendente.

Alejo demostró sobre el escenario que haberse radicado en Bogotá y rodearse de gente con su mismo sueño, lo ha llevado a madurar su show. Un monólogo donde hace el mejor papel de niña (con pataleta incluida), hace filosofía frutal y vegetal sobre el estatus de nuestros productos autóctonos en la famosa “Cocina gourmet” y al final es capaz de hacer seguir el hilo de una historia que entre risa y risa hará que estés en París o en un “Corrientazo” en algún San Andresito colombiano.

Así, con pataletas, con manoteos, algo de melodramas y otros dramas más colombianos y reales, Alejo termina su show y le da paso a Gonzalo Valderrama Múnera, con tilde en la i. Quien aparece en escena vestido como el hermano menor, buena gente y barbado de Freddy Krueger, que además de eso, canta la canción “el barquito chiquito” versión niño de cuatro años, que se ahoga y corta las frases. Pero también lo canta en versión Pop y versión Jazz, para romper el hielo y empezar a contar sus paranoias, que siempre están alimentadas por vivir en una ciudad tan grande como Bogotá y tan llena de alimentadores.

El show de Gonzalo es de esos shows que lo ponen a pensar a uno, que le exigen al público y que no busca la risa fácil. Algo que llevó a que alguien alguna vez me dijera: “Tenés que ver a Gonzalo Valderrama, es el mejor comediante del país”. Y allí estaba, disfrutándolo, estornudando al mismo ritmo de su monólogo sobre los estornudos (si, era yo el que estornudaba debajo de la boca del aire acondicionado). El cierre de Gonzalo es mucho más sorpresivo que todo su monólogo y mucho más rompedor del hielo que antes. La comedia de Valderrama no tiene peros, simplemente se deja disfrutar y te deja con la satisfacción de que valió la pena la inversión hecha en esos noventa y un minutos de humor.

El final son cuatro comediantes en tarima diciendo palabras, ideas sueltas y como el final de las películas de humor, dejan algo para el momento en el que uno se va parando del puesto, así que quédese hasta que lo saque el acomodador de sillas.

Yo le recomiendo, desde mi punto de vista, que vaya y disfrute de estas cuatro personalidades en tarima, encuéntrese donde se encuentre, porque no puede dejar pasar la oportunidad de verlos, reirse y relajarse un rato, además usted mismo y  vea cómo unos señores quieren cambiar a punta de historias reales, irreales y surreales, esa tradición humorística de Colombia, que siempre ha estado vestida de sombrero, poncho, carriel y zurriago. Yo le garantizo que a mi me quitó el peso de la semana que traía en los hombros y además, le dejo la opinión de uno de esos humoristas de sombrero, poncho, carriel y zurriago al final del show: “Me hizo llorar de la risa, nunca había visto algo así y deberían seguir trayendo a estos muchachos nuevos del humor”.