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Se susurraron en la boca todo eso que sentían, entrelazaron sus manos y sus cabellos, se sumergieron en el mar de miel de la bonanza y hundieron sus recuerdos en el pasado de la ausencia.
Se miraron a los ojos, grises ya, deteriorados, arrugados, se sonrieron, amarillos.
El viento helado les congeló las orejas, el frío les ennegreció las ojeras, esas mismas que los habían enamorado, estupefactos se miraron.
Miraron las fotos, los sueños, las horas, miraron sus manos, sus dedos, sus recuerdos. El café se deshacía sobre la mesa, las galletas entre sus bocas, las sonrisas entre sus ojos.
El pasado les llegó con la lluvia, habían estado juntos, habían vivido solos, se habían tenido siempre, se habían alejado todo. Perdieron el contacto y se reencontraron.
Cuarenta años pasaron, hasta el día del susurro, los labios se abrieron, se recorrieron, no se olvidaron. Se reconocieron en la oscuridad, se abrazaron nuevamente, se inspiraron, se acabaron, se soltaron.
Soplaron el café al mismo tiempo, interpretaron el piano, se leyeron algunas notas que se enviaban en la juventud, se olieron.
-Ya hueles a viejo- Le dijo ella.
Él sonrió, la miró a los ojos, le vio la lágrima que le iba a recorrer al día siguiente el rostro, suspiró, la inspiró.
Comieron bajo la luz de dos velas, sobre dos copas de vino y un plato de codorniz asada. Se sumergieron, arreglaron cocina, se sentaron en un mueble, se perdieron.
Las hojas de los libros que alguna vez leyeron les sirvieron de manta para lo que se deseaban, las notas de la música fueron la almohada perfecta para que sus cabezas descansaran, los boleros del vestido de ella se fueron convirtiendo en la melodía que ambientó el momento, las flores perfumaron el lugar, las arrugas desaparecieron, se besaron, se fundieron.
Se perdieron en palabras, en excesos, en deseos, se sumergieron entre los besos que se dieron, los susurros los desintegraron, los apagaron, murieron.
Sera que por fin encontré el significado del verdadero amor?
Me encanto, gracias.