Se citaron en el mismo centro comercial en el que se vieron por primera vez. La máquina de fotografías en cinta estaba por cerrar y ellos, que habían llenado portarretratos con fotos sacadas allí, querían tener una última imagen capturada y que reflejara los diez años que llevaban juntos.
Buscaron la ropa más parecida a la que tenían el día de la primera foto, sumergidos en un profundo recuerdo que no querían borrar de la memoria. Porque recordar es guardar pequeñas historias que se magnifican con el tiempo. Esta, era su magnífica historia diez años después.
La fila era larguísima, esa máquina tenía muchos afectos en la ciudad. Había sido testigo de amores y desamores, de alegrías, de tristezas, de amistades y odios profundos. Algunos habían fotografiado a su mascota o a su objeto más preciado, otros tantos simplemente se habían retratado en la misma posición sin cambiar el aspecto de su cara. Al final, el resultado siempre era la misma tira con cinco fotos y un imborrable recuerdo.
-¿Te acordás de nuestra primera foto?- preguntó Juan.
-¡Claro! Si te dio por hacerme cosquillas en ese momento- respondió Claudia.
-¿Y cómo quieres hacerla hoy?- insistió él.
-No sé, que sea un reflejo de eso en lo que nos convertimos.
Poco a poco iban saliendo los rostros sonrientes de la pequeña cabina. Unos llenos de nostalgia, otros con la alegría de haber disfrutado por última vez de esa cabina que la tecnología y la evolución de la fotografía había mandado a la obsolescencia, pronto sería reemplazada por una máquina digital y aunque no iban a dejar de existir las fotos, sí la nostalgia de sentir el rollo moverse dentro de la cámara automática.
Juan extrañaría la cámara moviéndose, así como extrañaba que Claudia ya no sonriera cuando él le hacía cosquillas. Claudia extrañaría la cabina, así como extrañaba los mensajes que él le enviaba en cartas de papel.
Se metieron juntos a la cabina. Sonrieron a la primera foto.
-Creo que es mejor que dejemos así- dijo Claudia.
-¿Cómo así?- dijo Juan
-Sí, que así como la primera vez que nos vimos nos tomamos una foto en esta máquina, la última vez que nos veamos sea aquí, tras esta cortina roja y con el lente tratando de enfocarnos- dijo Claudia.
-¿Estás segura?- preguntó él.
-Muy segura. Quiero que el final de esta máquina sea el mismo que el de nuestra relación. Que seamos reemplazados por aires nuevos. Yo en tu vida, tú en la mía. Que seamos solo recuerdos obsoletos de alegrías que existieron. Que nos recordemos con esta foto, con el suspiro profundo que nos produzca volver a verla y que finalmente seamos alegría diluida en el viento del verano.
Juan, sin entender nada, se quedó estupefacto sentado. Claudia salió de la pequeña cabina. Afuera la fila era larguísima. Alguien entró, le vio los ojos colmados de lágrimas al hombre obsoleto, lo entendió. Salió nuevamente de la máquina y miró a la enorme cola.
-La máquina está fuera de servicio, posiblemente no aguantó todo el amor que tenían para darle y decidió fundirlo todo en un solo momento.
La fila se deshizo, la tristeza invadió a muchos. Juan, salió cabizbajo, conservando una copia de esa foto, más por la nostalgia de la máquina, que la que le produjo la persona.