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Estaban frente a frente, cada uno al frente de su pantalla. Él tecleaba con el corazón cada uno de los sentimientos que tenía hacia ella. Ella simplemente esperaba qué podía darse junto a él; lo conocía hacía ya un tiempo pero nunca le había despertado algún sentimiento, aunque no por ello podía cerrarle la puerta a alguno que pudiera despertar. Por eso estaba atenta a cada una de sus palabras, de sus piropos, de sus sonrisas.
Desde hacía un par de meses ella le gustaba, desde hacía un par de semanas había dado inicio a un proceso para conocerla, desde hacía un par de horas estaba en proceso de invitarla a salir.
La ventana de chat se iba llenando de íconos sonrientes y sonrojados con cada palabra que él le decía. El siguiente paso era invitarla a salir, obtener una primera cita.
Después de conversar sobre su día a día, sobre lo que le gustaba, sobre lo que la enfermaba, decidió dar el paso que lo llevaría a verla disfrutar de un helado, o simplemente saborear una malteada de fresa.
-Y bueno, ¿Cuando es que te vas a dejar comer?- escribió él emocionado y presionó el botón de Enter que le envió el atrevimiento para invitarla a comer.
No hubo respuesta, ella se desconectó.
Él, extrañado, leyó de nuevo lo que había escrito, se maldijo, quería preguntarle en realidad «¿Cuándo es que te vas a dejar invitar a comer?», pero la emoción del momento y un poco de su despiste, lo llevaron a tragarse una palabra, lo llevaron a que ella no le volviera a hablar, pensando que él sólo la quería para una noche de placer, no la volvió a ver.