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Cuando ella nació yo ya tenía tres años, como la espera de mis padres siempre estaba destinada a que fuera un niño, nunca pensaron en un nombre para una mujercita, asi que a mi me correspondió ponerle el nombre.
Fue así como Violeta nació para el mundo, nombre que le puse porque asi se llamaba mi novia escolar de esos días, solo que ella nunca se enteró de que era mi novia.
De la mano fuimos creciendo, yo le juré protegerla por siempre y guiarla por el buen camino que juntos íbamos descubriendo. Fue así como empecé a oír punk y todos esos géneros que mi mamá, oriunda de un pueblo y que recibió la educación de unas monjas católicas, llamaba satánica.
Violeta que aún seguía bajo el yugo de mi supuesta guianza empezó también a escuchar punk en mayor cantidad que yo y a meterse poco a poco en mi grupo de amigos, odiando la religión y aún más, hacerse vieja y toda una señora achacosa. Yo para ese tiempo ya tenía dieciocho y ella recién veía formar su hermoso cuerpo de quince años.
Tenía una cresta más parada, grande y roja que la mía, una piel más blanca y suave que la mía, sus ojos se hicieron más azules que los míos, los pantalones a cuadros rojos y negros ceñidos al cuerpo le quedaban obviamente mil veces mejor que a mi, sus senos eran como un par de naranjas y con sus camisitas negras empezaba a seducir y provocar los más sucios pensamientos de mis amigos.
Por esos días, sus ideas de revolución se fueron haciendo más y más visibles, le contestaba a mamá de mala manera, la gritaba y hasta intentó pegarle, pero siempre entraba yo con mi aire de salvavidas y le calmaba su violencia con un pogo que terminaba en un beso en la mejilla y un abrazo profundo.
Su cuerpo siguió formándose y para cuando cumplió dieciséis era la chica más bonita de mi grupo de amigos. Todos me pedían un momento a solas con ella y yo que había jurado protegerla, no los dejaba.
El único que pudo burlar ese cerco de seguridad fue mi mejor amigo, que pasaba tanto tiempo y tenía tanta confianza en mi casa que aprovechaba cuando yo no estaba para conquistarla. Cuando estaban conmigo lo ocultaban pero en casa se podía sentir su deseo y energía, aunque ni se miraran.
Un día, llegué de la universidad y ella no estaba, había desaparecido, salió para el colegio y no volvió, mi amigo que había dicho algo sobre un trabajo en la capital también se había ido esa mañana, así que, solo me quedé.
La desesperación en mi casa era cada vez peor, tanto que decidimos sacar la foto de Violeta en la televisión, con tanta fortuna que apareció en la capital. Fuimos a buscarla, estaba con mi amigo, pero además tenía una firme y en constante crecimiento, barriga.
La trajimos nuevamente a Primavera, su novio no volvió a aparecer y luego de las lágrimas y los gritos tanto de mis padres, como míos, aceptamos su embarazo. Embarazo que se complicó, por su edad, por las circunstancias con que vivían en la capital y por la fisionomía de mi hermana, que a causa de todos sus satisfechos antojos, no podía ni con su propio cuerpo.
El niño nunca nació, ella lo perdió, su cuerpo no pudo recuperarse de ese golpe que le dio la obesidad y su cabeza no pudo asimilar ninguno de los dos. No quiso seguir estudiando, dejó de vestir con su ropa ceñida al cuerpo, para vestir con ropa de maternidad para ocultar su gordura, el punk lo cambió por góspel y la literatura de ficción la reemplazó por la palabra de dios.
Hoy se ha convertido en todo eso que odiaba, reza el rosario dos veces al día pidiendo por el alma de su hijo, hace aseo en casa de familia cada quince días y lo que más le duele es que hoy es una señora, igual de achacosa que mamá pero con treinta y cinco años menos.
Conozco un caso parecido que siempre me chocó por su brutal metamorfosis. Ya ves, Juanse, el ser humano no dejará nunca de sorprendernos con incomprensibles cambios de rumbo…
Un saludo!