Mendigo

Como ya era costumbre, llegó a su lugar en el parque, descargó su guitarra, su piano de mano y empezó a prepararse para empezar con su trabajo diario. Trabajo que venía realizando hace un par de meses, le daba para comer, para pagar su transporte y para de vez en cuando comprar algo de ropa.

No era un mendigo mal vestido, realmente pensaba que para pedir dinero a través de su música, tendría que dar una buena impresión de su personalidad. Llevaba siempre su guitarra, un piano de mano, una maleta y una gorra, donde contaba al caer la tarde, las monedas que depositaban los transeúntes.

Sacó su guitarra, su piano de mano lo colgó a su cuello, del bolso sacó un pequeño estante que había construido él mismo y allí exhibía los discos que en su casa había grabado, con las canciones que cantaba en el parque.

Las canciones eran historias de amor, escritas para esa persona que ha amado, que lleva en el corazón, que hoy no lo acompaña, pero que él con su silencio y sus rimas, siempre se ha encargado de recordarla; recordarla por sus promesas, porque no ha sido capaz de olvidarla, porque la ve cada semana y la ve como siempre, hermosa, tan suya, que le parece increíble.

Habían transcurrido ya unas tres horas, él seguía sonriente, como siempre, cantando sus canciones, para hoy traía preparada una nueva, empezó a cantarla y de repente, sin pensarlo, se detuvo, alguien se acercaba, de la mano de otro hombre, era ella, lo miraba fijamente, él no pudo cantar, seguía haciendo un ritmo con la guitarra, todo se le estaba derrumbando por dentro, la gente que lo observaba no entendía qué pasaba, ella se acercó otro poco, el hombre la acompañaba y ella algo le dijo al oído, sacó algo de su bolsillo, un bolígrafo y echó algo en la gorra. El tono de su cara, cambió, se tornó un poco triste, siguió con su rumbo. El músico, siguió con la canción y cantó con fuerza el verso que rezaba: miro el cielo que pintaste algún día en mi pared, le pregunto si aun recuerda lo que nos unió ayer, él agacha su mirada no sabe qué responder, también le haces mucha falta y espera quieras volver.”

Un aplauso cerró la canción y una lágrima corrió por su rostro, la gente anonadada lo observaba, el hombre con su rostro hecho lágrimas siguió cantando, con más sentimiento que antes y la gente agradeció esa entrega con dinero.

Cuando cayó la tarde, empezó a hacer las cuentas del día, había vendido todos los discos que había llevado, cogió la gorra y empezó a sacar el dinero, lo organizó con esa obsesión que siempre maneja por el orden del dinero y en medio de toda esa plata encontró un mensaje que decía “Te dejo un par de besos por esos versos tan hermosos que siempre me has escrito.” Sonrió, otra lágrima cayó por su rostro, se paró, tomó sus instrumentos, dio media vuelta y la encontró de frente.

8 comentarios

  1. wuauuuuuuuuuuu q final aunque en verdad no es final…… ¿que va a pasar?……..tenes q escribilo porq en verdad me gusto mucho 🙂 bueno se cuida y sigue escribiendoDe : Tati

  2. Siempre sorprendiendo con los finales, amguito! Te gustan los finales abiertos.El final abierto da como látigo en la cara.Nos sacude, nos desarma y nos rearma, y pone en vuelo a nuestra imaginación.Y «escuché» tu canción.Un abrazo enorme,y gracias por tus palabras.

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