Madrid, Vino y Un Piano

Cuando llegué a Madrid y vi la Puerta de Alcalá abrirse ante mi, quise perderme en esa ciudad, la sentí tan mía como mi natal Primavera.

Papá siempre había querido que estudiara en algún conservatorio de piano europeo, yo lo único que le pedí fue que no fuera en la zona norte, no quería eternidades de oscuridad.

En el aeropuerto me esperaba una especie de nerd, primera decepción; el joven se sorprendió al verme, mi cresta, mis camisetas y pantalones de colores lo asombraron tanto que cuando me acerqué y lo saludé me preguntó por JuanSe, que si yo era algún acompañante.

Llegamos al conservatorio, era una casa vieja, olía a la casa de la abuela, primer estornudo.

Tomé mis maletas, seguí al nerd hasta mi habitación, aquí los estornudos iban en doce.

La habitación constaba de una cama, un escritorio, un piano y un closet. Yo te extrañaba.

Extrañaba tu sonrisa, tus ojos pequeños y oscuros, tu cabello corto.

La había dejado luego de dos años de relación, yo le dije que quería crecer a su lado y que iba a mandar por ella. Treinta estornudos.

Las reglas del conservatorio apestaban, salida al baño en las mañanas y en las noches, comida llevada al cuarto y salida del cuarto cada sábado en la mañana.

No soporté más de dos días allá, yo quería ser como Fito o Charly y al ver al ñoño que me recogió, noté que podría convertirme en uno como él, u otro de los chicos que habitaban la casa, que eran igual a ese.

Me instalé en un hostal, conseguí trabajo como pianista de un bar, me iba a convertir en un bohemio, al menos hasta que Uvita llegara. Seiscientos estornudos.  

Me volví un afiebrado seguidor del Vinotinto, dejé el hostal, dormía en cualquier parte, muchas veces en el bar, tenía gente que gustaba de mi música y daban propinas que me ayudaban a vivir. Yo te escribía, te musicalizaba y te cantaba. Eran gritos de extrañarte. Te llamaba todos los días, tú estabas ahí. Mil quinientos estornudos.

Era jueves, llovía, te extrañaba, te escribía, te llamé, estabas rara.

Me dijiste que estabas saliendo con alguien, que yo llevaba dos meses lejos y que te sentías sola. Rompiste la relación, con ella se fue mi corazón. El vino se convirtió esa tarde en mi fiel aliado. Mi alucinación empezó a abordarme, me sentía perseguido, entré en un edificio y subí hasta la azotea, me paré en el borde, cuando iba a saltar, alguien me abrazó, era ella, dijo que la soledad la hizo comprar unos tiquetes y que solo había jugado un poco con la llamada al celular, que se vino, había vendido todo, dejado todo, me besó y no volví a estornudar.

8 comentarios

  1. aaayyy… super bonitooo… Sacrificios que valen mucho la pena por amor.Peroooo… lo de la llamada al cel que do raro porque cuando se entra a otro pais se adquiere un nuevo numero de tal país… toes quedo rarooo… pero igual muy muy muy bonitoooo… y que viva el vinoooo!!!

  2. jajajaja… ps realmente… si te pones a mirar, hay empresas de telefonía celular, que usan el roaming y con las cuales tu numero no cambia… jejejejeje… tonces… relajate… jajajja

  3. guauuuuuuuuuuuuuuu! preciosa historia, digna de novela. Y genial final…me ha gustado mucho el detalle de los estornudos, te da personalidad.Hay que luchar por lo que uno quiere, no tener miedo…eres un valiente! tu historia es fabulosa…un beso fuerte

  4. Aqui dberia aparecer lo del facebook me gusta!.. para gente copmo yo pss q no dice mucho pero que de verdad le gusto… :)!! super juanse :Psilvana!

  5. Bueno,bueno,buenísimo!!!!!Y Fito diría….”la llave del mandala/ se quebró,/ y simplemente/ te ví”Bravooooooooo!!!!!!!!Besos,besos,besos.

  6. Un final feliz, aunque ya estaba acostumbrada a tu finales más bien terribles.Muy bueno, tus historias se leen sin sentir de un tiron.Un gran beso Juanse.

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