La chica que leía

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Salió de la grabación, con el cansancio a cuestas y con un presentimiento en el corazón. El cuerpo estaba despierto hacía ya unas catorces horas y lo único que quería era sentarse a leer o jugar en el celular.

Subió al Metro, se sentó y sacó el celular, lo puso entre sus manos y empezó a jugar, tenía que romper ese record que uno de sus amigos había puesto y que se le estaba dificultando batir desde hace unos meses.

Cambió de línea, bajó las escalas una a una, contándolas, mirando las personas a su alrededor y sintiendo ese presentimiento cada vez más cerca. Hoy la vería.

Ella, una chica que hace poco había conocido en internet, un día lo había llamado y le había pedido que le recomendara un libro. Él sin vacilar le había dicho que leyera a Faciolince, Fragmentos de amor furtivo, el título de la obra. Ella sonrió y corrió a la biblioteca de la universidad para prestarlo.

Cuando lo tuvo en sus manos, lo primero que hizo fue contarle a él que ya lo había conseguido. Lo leeré en el metro y esperemos que sea bien bueno, añadió.

Esa tarde, cuando salió de la universidad luego de haber escuchado a los cuenteros, subió al metro, sacó el libro y antes de leer la primera palabra del capítulo que empezaba, tuvo un presentimiento. Hoy lo vería.

El trayecto de ella, fue corto acompañada por el libro, el de él largo, tanto que durmió parado al lado de la puerta del vagón en el que iba. No estaban en el mismo tren, pero si vivían en el mismo barrio, Próceres su nombre, una localidad al norte de Primavera. Lo que los distanciaba eran cuatro rutas de buses, cuatro numeritos, ella tomaba el 143 y él, el 147.

Cuando hizo el cambio de línea, él se había dicho. Busca a la chica con el libro, ella dijo que leía en el metro. El presentimiento seguía fuerte dentro de él. Mientras ella, había dicho buscar al chico de cabello negro y ojos verdes, él siempre va con algo en las manos y solo viste en gama de grises. Nunca se habían visto, solo por fotos que se mostraban por chat.

Ella se bajó del tren y se paró a esperar la ruta de buses, siempre la suya era la más demorada. Sacó el libro que en ese momento iba por el capítulo del Ornitólogo y empezó a leer. El bus no llegaba.

Cuando él llegó a la estación caminó hasta donde se cogen los buses que llevan a Próceres y miró quienes lo rodeaban. En su fila solo había una chica. En la de al lado que era para coger la ruta 143, habían unas quince personas, pero solo una chica le llamó la atención. Camisa a cuadros, jean ajustado, cabello un poco desordenado y unos lentes negros, en sus manos “Fragmentos de amor furtivo”. Le sostuvo la mirada esperando a que ella lo mirara, pero no lo hizo. El bus de él llegó, ella alzó la mirada, la juntó con la de él. Él le sonrió, ella volvió al libro y agachó la cabeza nuevamente. Él se subió al bus, tal vez no era quien creía.

Ella quedó en la estación parada, esperando a que llegara su bus. Él se sentó en el bus, siguió mirándola pero ella nunca más alzó la vista.

Él empezó a quedarse dormido, de reojo la vio guardar el libro, sintió que de pronto iba a subirse al bus y lo había reconocido, pero no, ya estaba cansada de leer.

El bus de él arrancó, ella siguió ahí parada. Cuando llegó a casa, se conectó al chat, él estaba ahí. Abrió la ventana para hablarle y mientras tecleó algo y le dio enter, vio que él también había escrito lo mismo. Te vi en la estación del metro.

2 comentarios

  1. Qué bacano!
    Recuerdo que cuando te pedí la recomendación de un libro, me dijiste: Fragmentos de Amor Furtivo de Héctor Abad Faciolince… Desde ese momento hasta ahora se ha convertido en uno de mis escritores favoritos. Gracias Juanse por esa buena recomendación 😛

    ¡¡¡Abrazos!!!

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