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Don Rodolfo llegó al Bar 9 de Julio en la calle Guayaquil de la ciudad de Medellín, eran las seis y cuarto de la tarde, buscó una mesa en un rincón, se sentó al lado de la barra. Llevaba un saco negro, camisa blanca, corbata roja, pantalón negro y zapatos rojos; el dueño lo miró, era demasiado elegante para estar en ese sitio, asi que envió una de sus mejores chicas para que lo atendiera.
Laura, asi dijo llamarse, se sentó con su minifalda rosa, su camisa blanca de escote pronunciado, sus medias de malla y una pregunta certera para don Rodolfo.
-¿Qué haces aquí?- le preguntó.
-Nada, vine a tomarme un trago, a pasar un rato y posiblemente a desahogar penas.
-¿Qué te traigo?
-Una botella de whisky dieciocho años preferiblemente, trae toda la botella y una cubeta de hielo, quiero ahogar en alcohol algo que traigo adentro.
Laura se paró, habló con el dueño, quien asentía y negaba a lo que le decía ella.
-¡Pues Búscalo!- le dijo luego de un grito al que era su jefe.
Volvió a sentarse, esta vez lo hizo al lado del señor, que cargaba encima unos cincuenta años, lo miró, él atinó a darle un beso. Ella lo detuvo, le tomó la cabeza y le explicó el costo que tendrían los servicios que podía ofrecerle. Ante todo, don Rodolfo le dijo que le pagaría hasta más si ella quería, simplemente esperaba una buena atención.
La botella de whisky llegó, el hombre pagó con dos billetes de cincuenta mil, sin preguntar precio, la tomó del cuello e invitó a Laura a que pasaran a un sitio más privado, tomandola a ella de la mano. Ella le explicó que generalmente cuando eso ocurría, las chicas del bar se iban era para donde los hombres las llevaran y que no tenían habitaciones cerca. Así que don Rodolfo la invitó a que lo acompañara al carro, una camioneta Honda ultimo modelo, con vidrios oscuros y rines de lujo, ella se subió, su cabello rubio se acopló e hizo juego con el cuero gris que tapizaban los asientos del auto. Poco a poco se fueron alejando del centro y llegaron a un motel a las afueras de la ciudad.
Ingresaron, don Rodolfo parqueó en la habitación que les correspondió, la botella de whisky descansaba en la parte trasera de la camioneta, ella se bajó, subió las escaleras, mientras él organizaba todo y cerraba la puerta.
Ella estaba recostada en la cama cuando don Rodolfo se acercó dando tumbos con la botella en la mano y un par de lagrimas corriendole por las mejillas, se acostó en el pecho de ella, lloró como un niño, nunca se había enamorado y hacía tiempos que veía a Laura en ese bar, era la primera vez que entraba, pero ya sabía que ella le gustaba, que ella estaba destinada para los clientes que tuvieran un aspecto diferente y limpio, de hecho, nunca la había visto salir acompañada de ningun hombre y eso le dio confianza.
Laura no supo qué responder, los ojos le brillaron, alguien la quería, pero no solo la quería para comérsela.
Hablaron, hablaron demasiado, la botella de whisky nunca fue abierta, cinco horas conversaron, se conocieron, don Rodolfo le ofreció todo, le dijo que la amaría hasta el día de su muerte, ella lloró, admiraba la sinceridad de él, pero le admitió que no podía decidir ni ofrecer nada en ese preciso instante.
Asi se vieron durante mucho tiempo, el día que decidieron eternizar su relación, don Rodolfo llegó al bar, Laura lo esperaba, se había hecho reservar solo para atenderlo a él. El dueño del bar no entendía nada, pero estaba viendo como esa relación floreció.
Esa tarde, don Rodolfo la llevó al motel donde empezó todo, donde le dijo todo, ella lo miró a los ojos, lo besó por primera vez, dijo amarlo y le dijo que lo hiciera, él empezó a desnudarla, ella lo desnudó a él, abrieron la botella de whisky que aun no habían descorchado, depositaron el veneno en ella y sellaron la relación con un beso que no fue el ultimo, pero que dio pie para una tarde pasión, de amor que terminaría en la eternización de ese amor que ambos se tenían.
Muy bacana…no me esperaba ese final, y la historia me fué llevando hasta el desenlace con interés y eso es algo particular en la mayoría que he leido.. seguiré comentando.
Me encantó…es gris…es cotidiana…es llorona como el tango.Bien Juanse!!!!
Tu esencia, esos vuelcos que paralizan.
Cuan desgarrante historia…, a cuántas cosas nos puede conducir la angustia, la soledad, el amor. Somos dependientes y sumisos seres, somos bastante voladores para la vida, pero a veces, muchas veces, la instancia de dolor nos lleva a cegarnos, y simplemente a actuar.
Buen escrito Juanse.
mi mano iba apretando el mouse acercándose mis ojos al final…
sos un maestro del suspenso,Juanse!
bravo!
mil besos*
má
El amor eterno tiene dos caras… ¡Gracias por mostrárnoslas con tu gran estilo!
Un saludo!
Súper buena Juanse!!!… 😀
¡¡¡Abrazos!!!