Eran las doce de la noche del dos de julio de este año que va en curso, un amigo, al que quiero mucho y con el que poco hablo, tal vez porque hay diferencias generacionales que nos separan o porque las palabras son muy pocas a veces para expresar, me envió un enlace a un articulo suyo escrito en El Colombiano, diario local de mi ciudad, donde expresaba la huella que dejó uno de los jugadores de futbol más emblemáticos que ha dado nuestro país.
Leí y las lágrimas salieron, ¿por qué?, se pueden preguntar muchos de ustedes, pues he aquí mi confesión. Me gusta el futbol, si, pero declaro que idolatro desde el fondo de mi corazón a Andrés Escobar Saldarriaga, de una manera muy sublime pero sin olvidarme nunca del día en que fue arrebatado de este mundo.
Soy enemigo de llorar por personajes públicos, pero sinceramente, la partida de Andrés, junto con la muerte de Jaime Garzón han sido las dos únicas veces que he llorado por la partida de alguien querido por todos.
¿Que cómo nació mi afición hacia él?, pues empecemos por mi pasión futbolera heredada, nací con una copa libertadores bajo el brazo, por qué digo eso, pues porque nací al otro día que el equipo para el cual jugaba Andrés, la ganó y a mi madre le tocó vivir en carne propia el caos de transporte que generó la llegada del equipo en pleno a la ciudad y su desfile por ella, algo que impidió un fácil transporte de mamá hacia el hospital que quedaba en el centro y nosotros en esa época vivíamos en el norte de la ciudad.
En diciembre de ese mismo año entre mi padre y mi padrino se encargaron de regalarme una gran dotación de uniformes del equipo campeón, una con el número que Andrés llevaba a su espalda y otra con el ocho. Los números fueron otorgados así, porque eran las posiciones en las cuales jugaban mi papá y mi padrino. Entonces he ahí mi cariño y afecto por ese equipo.
Fui creciendo y desde los dos años empecé a patear un balón y a aprender mucho sobre futbol, posiciones, reglamentaciones y nombres de jugadores sobre todo, me volví un fanático del equipo que para esa época estaba causando revuelo en el país por el futbol que jugaba y sobre todo, empecé a detallar a esa persona que era Andrés Escobar, su comportamiento en la cancha y sobre todo a seguir uno a uno sus movimientos.
A los cuatro años cuando papá decidió meterme a aprender a jugar al futbol, dije que sería arquero o defensa, mientras otros soñaban ser delanteros como Bebeto o Romario, yo soñaba ser como Andrés o como René, pero siempre deseé ser como Andrés y por qué no, jugar a su lado.
Cumplí mis cinco años y cada vez iba más orgulloso con papá al estadio, los uniformes de antes se me habían quedado chicos, pero mi padrino seguía dándome las camisetas del equipo, todas con el numero que caracterizaba a Andrés, ese numero dos que hoy es considerado inmortal. El regalo de cumpleaños ese año fue una llamada de Andrés a mi casa y el regalo de mi padrino fue la camiseta de la selección Colombia con el número de Andrés, alegría total, el mejor regalo de toda mi vida que apenas empezaba, la razón del regalo fue el inicio del mundial en Estados Unidos, donde la selección era favorita y a la cual Andrés iba como el defensa que iba a cerrar uno de los mas grandes contratos de la época en Colombia, para ese entonces él era considerado uno de los mejores defensas centrales de América y el mejor del país.
Con orgullo llevé la camiseta en el pecho los días que jugó la selección, compré el álbum del Mundial y la lámina de Andrés la tuve repetida cuatro veces y la pegué en mi cama, en un cuaderno y en mi closet. La otra, la guardé en mi billetera.
Llegó el día, fue el único error que cometió Andrés, fue el único autogol de su carrera, pero fue el que selló la salida de la selección del mundial, lloré, los medios le echaron la culpa a él, yo lo defendí a capa y espada, mamá me miraba con cara de extrañeza al ver que estaba gritando como loco. Tenía cinco años y lleno de rabia lo único que grité fue “Si quieren lo matan también”.
La selección volvió al país con la cabeza gacha, y al dos de julio, quince días después de la eliminación, mamá me despertó, con esa sutileza que ella maneja me soltó la noticia, JuanSe, mataron a Andrés, yo pensé que había sido cualquier Andrés y le dije, pues que pesar mamá, pero igual, no hay nada que hacer, mamá muy triste me dijo, JuanSe es que no fue a cualquier Andrés al que mataron, fue a Andrés Escobar, ahí mi mundo se partió, lloré, grité, era increíble, yo me eché la culpa de su muerte, grité que cuando dije las palabras que dije, había sido por rabia nada más, pero no quería que fuera en serio. Por un autogol no matan a nadie, fue la frase que sonó en mi casa durante todo el día, todos los medios decían que era por eso, si, en la madrugada de ese día, me arrebataron un sueño, un amigo, porque lo consideré mi amigo, un modelo a seguir, porque como persona era lo mejor y sobre todo un ídolo.
Le rogué a mamá que me llevara al entierro, pero me tocó verlo por televisión, lloré dos días seguidos, mamá no sabía como controlar eso. Me hice una promesa y fue, la de recordarlo siempre, así el resto del mundo se olvidara de él.
Seguí jugando futbol, en la posición que tenía Andrés, pero eso sí, nunca, hasta el día en que por una lesión de rodillas me retiré del futbol aficionado y a punto de empezar a jugar en las inferiores de un equipo profesional, nunca, usé el número dos, por respeto a ese gran jugador e ídolo personal, porque no me sentía digno de llevar esa camiseta, es más hoy pienso que en la selección Colombia ha habido solo una persona digna de llevar ese número dos sobre sus hombros y también la llevó en el equipo donde Andrés lo ganó todo.
Lloré, quince años después lloré al leer el artículo que escribió mi amigo, lloré porque quince años después de lo que pasó, no se ha hecho justicia, lloré porque acabaron con la carrera de alguien que estaba en su mejor momento, pero lloré, porque hay unos que aun le siguen echando la culpa de la eliminación a él, y si, el error se debía pagar, pero no de esa manera, se pagó con la eliminación, pero él vino a dar la cara, lloré porque tuve discusiones con alguien muy cercano, ignorante del futbol y a quien quiero mucho mientras veía la lámina de Andrés Escobar, hoy desteñida por el sudor, y le repetí a gritos las mismas palabras “Por un autogol, no matan a nadie”.
Mi querido Juanse,dejaste una sonrisa en mi domingo frío y nublado, después de leer esta entrada tan distinta de todas, tan personal, tan íntima, tan cálida.Recuerdo perfectamente el autogol seguido de muerte.Recuerdo la conmoción en tu país y en el mundo.Y releo tu post y veo a tu madre,abriéndose camino hacia tu nacimiento, como vos te abrías camino hacia el tuyo, signado por el fútbol.Los signos, Juanse, siempre los signos!Mil besos!
parce genial esta muy chevere la entrada ojala que andres la pudiera verun abrazo parceDani3l
Juanse, totalmente conmovedor… No tengo muchas palabras para decir… Pero es dificil que destruyan nustra motivacion a soñar.Entiendo tu dolor y más saber como lo formaste como idolo… Y al igual que vos pienso que ese numero 2… Glorioso!, no podran reeemplazarlo.Nos quitaron la oportunidad de crecer disfrutando de un GRANDE… Como lo fue Andres… :(… Ya aqui con la lagrima en el ojo!!!… Me gusto mucho!FELICITACIONES!!!
Que linda entrada Juanse! Como dijo rayuela, cuántos signos! Y cuanta injusticia también. Pero de tu recuerdo no han podido borrarlo!Un besote!
la verdad no conocia la historia… disfrute de esta lectura yan conmovedora
me hiciste recordar ese momento, tenia yo tambien 6 años y tambien llore, un momento muy triste en este pais donde no se perdona nada, y despues sale, sobretodo la prensa a recordarlo, despues de que ellos son los que causasn actos asi. que mas da…mera chimba de articulo men.