Carta de un suicida

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Esta carta solo tiene un destinatario y sos vos, quiero decirte que me voy porque me cansé, me cansé de ser quien te escribe y nunca lees, quien te canta y nunca escuchas, quien te abraza y nunca sientes, me cansé de que el café de la mañana me sepa a vos, de que las tardes lluviosas se pasen entre las cobijas sin tu figura acompañándome, me cansé de que mis lagrimas aun te duelan pero las ignores, que cada vez estés más seca asi caiga un chaparrón.

Me voy porque no quiero que me duela, porque el sudor que me genera lo puedo invertir en otras cosas, me marcho lejos, allá en el fondo del espacio que me pintaste, donde solo vos sabés que puedo estar, me arrinconaré al lado del piano y en las teclas simularé tocarte como esa melodía que siempre fuiste.

Asi que con esta carta me marcho, espero que cuándo la leas no salgás a buscarme, pues estaré en un lugar que solo vos sabrás. Me meteré ahí, tan cerca de tu corazón donde ya ni me recuerdes y me iré tan lejos que solo podrás sentirme.

Un abrazo fundido en tu pecho.

Joaquín.

Ella tomó la carta en sus manos, hizo un rollo como solo ella sabía hacerlo, tan perfecto que ni arrugado parecía, lo echó en el bolsillo.

Miró el calendario, era jueves, fue al cinema donde acostumbraban ir esos días, preguntó en la entrada si lo habían visto y no. Corrió a donde acostumbraban comer la hamburguesa mexicana de los sábados y tampoco lo habían visto.

Eran seis años ya que habían pasado desde que se habían separado, ella aseguraba que él la había superado porque siempre lo vio feliz con una chica a su lado, pero al parecer nunca la había olvidado. Aún lo recordaba, aún lo amaba.

Fue corriendo al parque de los lunes, cruzó el puente a toda velocidad y lo encontró sobre la madera en el deck de siempre, acostado, con el libro entre las manos.

-Hola- le dijo ella.

-Hola- respondió él.

-¿Qué fue esa carta?- le preguntó.

-Nada, solo quería verte y como nunca me respondías, decidí irme.

-¿Y para donde?- le dijo ella.

-No sé, no tiene importancia.

Joaquín cerró los ojos, una lágrima corrió por su mejilla y mientras llegó al mentón a abalanzarse para no caer en ese precipicio, echó los recuerdos en un bolso, también se echó él y se tiró al lago, navegando se fue, navegando aun vive, ella, sigue sentada esperando a que vuelva a la orilla para decirle cuánto lo ha extrañado en tanto tiempo.

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