Yo del verde nací

El 31 de Mayo pasó a la historia nacional porque Nacional, fue el primer equipo nacional en ganar la copa continental de clubes.

Resulta que Nacional quedó campeón de esa copa en Bogotá. A muchos kilómetros de su ciudad y de su gente. Ellos tuvieron dos opciones, festejar en Bogotá o venirse esa misma noche para Medellín. Decidieron farrear en Bogotá hasta hartarse. Medellín podía esperar hasta el otro día y obviamente, colapsar por la celebración.

Esa noche mi papá, mi padrino y un vecino se metieron una fiesta bravísima. Borrachera que llaman. Mi mamá estaba embarazada.

Mamá se fue a dormir juiciosa y mi papá se quedó celebrando con todo el barrio. Nacional era campeón de la Libertadores.

Al otro día, mi mamá se levantó temprano para irse a Castilla a abrir el preescolar que tenía allá hacía cinco años.

En esa época ya vivían aquí en La Estrella. Así que sin metro y con una barriga gigante, «Mima», como le digo de cariño, cruzaba la ciudad. De Sur a Norte y de Norte a Sur, en un viaje que le significaba dos horas de su día montada en dos buses.

Pues bueno, ese día, ya primero de Junio, después de haber dado clase en la mañana, mi mamá fue donde mi bisabuela. Mi bisabuela vivía a dos cuadras de donde tenía mi mamá el preescolar. Allá almorzaba todos los días.

La situación es esta: eran las doce del medio día, mi mamá estaba comiéndose unos fríjoles con chicharrón, mazamorra y demás; en el televisor estaban dando las noticias y estaban en directo desde el aeropuerto, contando que Nacional había llegado. Cuando de repente, pum, mi mamá tenía el chicharrón en la boca y yo decidí salir. Rompimos la fuente. Así que a correr se dijo.

Mi mamá dice que yo no quería perderme esa fiesta. La cosa fue que llamamos a mi papá y él, enguayabado, salió corriendo para Castilla.

Le dijo al vecino con el que se había enfiestado, que lo llevara y pues, se fueron ese par, casi borrachos a recogernos para ir al hospital.

Mientras ellos llegaban con la pañalera y esas cosas, mi bisabuela, que era casi partera, calmaba a mi mamá para el parto.

A la hora y media aparecieron mi papá y el vecino. Asegurando que había un taco increíble para pasar de Sur a Norte.

En la televisión decían que Nacional iba a bajar del aeropuerto e iba a tomar la Calle San Juan para desfilar con el trofeo. El Hospital, donde me atendía la EPS de la UdeA, era el Hospital General de Medellín. Cruzando San Juan.

Ahí fue cuando Cristo empezó a padecer. A la una y media de la tarde salimos de Castilla con rumbo a ese Hospital que queda justo por donde el desfile pasaba. Mejor dicho, era hacer de tripas ,corazón y tratar de que yo no me muriera.

Y pues si, cuenta la leyenda que el vecino y mi papá se inventaban rutas para pasar, pero era imposible. Todo Medellín había ido a San Juan. Todos querían celebrar con el equipo, con el más grande. Así que todas las calles del centro, absolutamente todas, estaban bloqueadas. No había cómo pasar, era imposible. Hasta que mi papá dijo, suavecito, cuando mi mamá decidió tenerme en el carro, lo siguiente: «Tengo una idea».

Mi mamá y el vecino lo miraron. Dicen que parecía loco. Le dijo al vecino que frenara y se bajó del carro.

  • ¿Para dónde va?- preguntó mi mamá.

  • ¡Quién sabe!- respondió el vecino.

Mi papá no se movió. Se subió a la parte alta del carro.

Y desde allá, como él es teatrero, empezó a gritar con su buena voz: «Mi mujer va a parir, déjennos pasar», «Abran paso, voy a ser papá».

Y sí señores, aunque usted no lo crea, la multitud, ante los gritos de mi viejo, se abrió y los dejó pasar. El vecino no escatimó, sin dejar que mi papá se bajara de la parte alta de su carro, empezó a avanzar. Mi papá seguía gritando.

Lentamente fueron atravesando la multitud por todo Bolivar. Atravesaron San Juan. Y cuando lo hicieron, mi papá se bajó y la metieron toda. Llegaron rapidamente al Hospital General. Allí atendieron a mi mamá y a mi papá no lo dejaron entrar. Ni siquiera a la recepción.

Eran casi las cuatro y media de la tarde cuando llegaron. Fueron tres horas de pelea, más o menos, para pasar de Castilla al Hospital.

Cuando a mi mamá la recibieron, la metieron en una habitación con un montón de viejas a punto de parir. Con esos dolores de parto.

Eran nueve. El doctor que las iba a atender, las escuchaba gritar y sufrir y les decía: «Si ve, sigan haciéndole fuerza a Nacional», «Quien las manda», «Todo por andar celebrando el gol de Leonel» y otras cuantas cosas más.

Así fue la cosa. Yo nací a las 5:45 p.m. Mi papá tenía una paradoja entre ir a ver al equipo desfilar o quedarse en mi nacimiento.

Al final se quedó en el nacimiento, tranquilo, sentado. Esperando afuera a ver si lo dejaban entrar. Pero no.

Como a las 5:45 p.m. había cambio de turno, tocó esperar a que registraran mi nacimiento, en el acta reza que nací a las 6:15 p.m.

Nací con el escudo de Nacional a cuestas. Con un padrino afiebrado por los colores verde y blanco. Y con un papá alcahueta.

Fue por eso que nací hincha de Nacional. Tal vez por el triunfo, tal vez porque mamá sí hizo mucha fuerza por Nacional, todavía la hace. Tal vez porque mi padrino me regaló los uniformes de Nacional cada año, sin falta, hasta que cumplí 7 años. Son muchos tal vez para tratar de definir a un amor.