Soledad

Era extraño, tal vez algo que siempre había temido, quedarme solo, difícil de entender, difícil de mirar, mi cepillo de dientes solo en el baño, tener que hacer café para uno, aun no lo concebía y por eso hice la misma cantidad de siempre, la mesa del comedor para seis personas hoy era habitada solo por mi.

Estaba en el estudio, llorando la partida de esa persona que acompañaba mis noches, mis días, que compartía mi hogar. Algo sonó en la casa, la luz abajo se encendió y yo solo esperaba que fuera ella, en silencio esperé, ella sabía que me gustaba estar en el estudio, escribiendo, leyendo, oyendo una buena canción.

Había llegado del trabajo y ella ya no estaba, la última discusión tal vez la obligó a marcharse o el trabajo o la simple rutina.

La puerta del estudio se abrió, las lágrimas pararon, el cuerpo se tensionó y un miedo empezó a recorrer mi cuerpo. El corazón palpitaba a una velocidad indescriptible y una hoja fría se acercó a mi cuello.

-¿Quien sos?- pregunté y no encontré respuestas.

-Sos vos, ¿cierto?, ¿estás buscando vengarte por mi abandono?- otro silencio se escuchó, el miedo cada vez era mas grande, una puñalada me atravesó el estómago y solté un grito de dolor que tal vez aturdió a quien me atacaba, que aturdió al cielo.  Otra puñalada siguió a la primera y otra y otra.

Alcancé a contar seis puñaladas, cuando desperté. Fue una alucinación, pensé.

Esta vez fue distinto, distinto a mis anteriores alucinaciones. El cuchillo estaba en mi mano derecha, la mano derecha ensangrentada, miré al frente y no encontré nada qué apuñalar, toqué mi estómago y encontré en él varios agujeros en la camiseta, ésta estaba caliente, espesa, un poco viscosa y mojada, lloré, ¿qué había hecho?, no lo sabía.

Tomé el teléfono, la llamé, le pregunté por qué se había ido, ella no contestó, yo lloraba.

-¿Qué te pasa?- me preguntó.

-Me acabo de apuñalar- le respondí.

-¿No encontraste algo menos idiota para decirme que fuera a visitarte?

-Es en serio, tuve un ataque y perdí el sentido, tu sabes que es asi.

-JuanSe, olvídate no te creo, hace mucho dejé de creer en vos.

La conversación transcurrió hasta que la sangre paró de regarse, hasta que mi corazón dejó de palpitar.

Tal vez ella no volvió, tal vez nunca me creyó, tal vez colgó el teléfono porque no me aguantaba más, tal vez nunca se enteró que yo morí al lado del teléfono ese día que la llamé.

8 comentarios

  1. Es lo que tiene de malo morirse,sea cual fuere la forma de la muerte…no sabremos qué hicieron los otros después de habernos ido…o sabrán? Es “tal vez, sólo tal vez”,como sabe decir Lila.Excelente relato, tensado hasta el final.Un gran beso, mi amigo Juanse!(y ya iré guardando mis cuchillos..!)

  2. eee….ke buena inspiracion… primer vistaso…y me ha gustado este blog… seguire ojeando lo ke a tenes aca parcero-..creo ke he encontrado un buen pasatiempo jajJ.E

  3. Un buen relato, se lee del tirón, el final estupendo. Si ella no llega a creerlo, que muerte mas solitaria e inutil, aunque casi todas las muertes son inútiles, si dejamos de lado lo del ciclo de la vida.Un gran beso Juanse.

  4. Insaciable;La desconfianza es tan desequilibrada. Es una cárcel del sentido a capturar lo efigie. Es un trauma perfecto, que hace dudar del ímpetu y la luminosidad. Es atroz. Sanguinolenta historia, infamia en precocidad.Un gusto leerte. Saludos.

  5. “un monstruo de papel, no se contra quien voy…” lucha interna, de las más difíciles… pero siempre se puede morir y renacer. amiguito te quiero muchito ^^

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