Silencios para llegar al cielo

Decidí ponerle punto final al silencio que se interponía entre nosotros sumergiendo mis manos en la profundidad de sus pantalones.

Sentí cómo los resortes hicieron poca resistencia a la aparición de mis dedos y cómo el encaje de sus tangas me rozaba las muñecas.

Suspiró.

Con el dedo índice empecé a delinear melodías entre sus pliegues y su ombligo, la vi retorcerse, quiso besarme.

La esquivé y seguí caminando, surcando su monte más sagrado, sintiendo el vello bien cortado entre mis dedos, erizando mi mano.

La escuché gemir como una soprano, me apropié con mis dedos de esa ópera que solo cantaba en el baño. La recorrí de arriba abajo. Sentí sus jugos, su respiración, sus atascos.

La vi arquearse, la vi jadeante, la vi morir y vivir al tiempo.

Pese al frío del invierno que rodeaba ese cuarto, el calor se empezó a notar en el ambiente, ella sudaba, sudaba a mares, ella se movía, sin control, sin rumbo.

Hice círculos con mis manos en su vientre. Hice las letras del abecedario. Hice movimientos de arriba hacia abajo, hice de su cuarto un mágico lugar, un espléndido escenario para que su placer tuviera una función inolvidable. Sentí cómo sus jugos me llenaban el alma, sentí el placer de verla mía, de hacerla verano. De cambiar el frío por el calor, me sentí poderoso, me sentí dios.

La llevé al cielo, la sentí volando, la subí a esa nave y fui acelerando. Su respiración se hizo rápida, imparable, sus ojos se pusieron en blanco, no estaba aquí, se fue alejando eso sí, con mis dedos la fui guiando hasta el lugar donde su vida sería satisfacción.

Cuando tocó el cielo el tono de su voz subió, su cuerpo se movía incontrolable. Cuando tocó el cielo, quiso maldecirme, odiarme, amarme. Cuando estuvo a punto de llegar, la fui soltando, en ese universo de placer, donde estaba flotando, donde había dejado mis dedos, mi deseo, mis instintos.

No hubo más silencio entre nosotros dos. No hubo incomodidad, ni odio, ni amor. Estábamos juntos, mirándonos a los ojos. Ella tranquila, satisfecha, deseosa. Yo tranquilo, buscando la forma de romper el hielo.