Era miércoles, llovía en Naranjal, municipio a las afueras de Primavera, donde vivía ella, quien recién había salido de la ducha cuando contestó el teléfono.
-Hola- escuchó al otro lado que él le decía.
-Hola lindo, ¿Cómo estás?- respondió ella.
-Bien, acá mojándome
-Eso escucho, ¿Dónde estás metido?- le preguntó.
-En el parque de Naranjal- respondió él.
-Qué bueno- respondió ella que sintió algo en el estómago apenas lo escuchó- ¿Vas a venir a verme?- le preguntó.
-Si Quieres que vaya, voy- Respondió él coqueteando.
-Claro que quiero que vengas y así acabamos lo de la otra vez- dijo ella mientras el pitido le anunciaba el final del saldo que le ofrecía la moneda que le había echado al teléfono.
Colgó y ahí mismo pasaba el colectivo que lo llevaba a la urbanización de ella. Le puso la mano, pagó los mil pesos que llevaba en el bolsillo derecho del pantalón y se sentó a escuchar música que cargaba en su Ipod.
Llegó a su destino, dio un timbrazo y un brinco para bajarse apenas el colectivo se detuvo, miró a ambos lados y cruzó la calle, llegó a la portería y se hizo anunciar.
-Que pase- le dijo el celador luego de haber cruzado un par de palabras con ella al otro lado de la línea.
Con la lluvia en los hombros atravesó toda la urbanización, subió siete pisos por las escaleras y llegó al siete quince, apartamento que apenas sonó el timbre abrió sus puertas.
Llevaban veinte días de novios y se conocían hacía unos seis o siete meses, que hablaban todos los días hasta las dos de la mañana. Ella esa tarde tenía clase de tenis y cuando él la encontró en casa, ya estaba vestida con su falda pequeña, su camiseta cuello polo y sus tenis reebok con agarre especial para la cancha de polvo de ladrillo.
Afuera el cielo se caía y mojaba todo Primavera, ella viendo que no tenía ganas de escampar, se le echó encima, lo amarró con sus piernas y le pidió que la llevara al cuarto, él con el peso de ella encima, soltó como pudo su bolso apenas llegaron al cuarto y la arrojó en la cama. Como compartía un camarote con su hermana y ella dormía arriba, pensó durante un momento donde acabar con esas ganas que traía desde hacía unos días.
Al final se decidió por la parte de abajo y allí se tumbó, mientras lo invitaba a que se le acercara, le dio un beso, le mordió el labio y lo rompió, no le importó y siguió besándolo, poco a poco le fue quitando los zapatos, el pantalón. Él no se quedó atrás y fue metiendo su mano bajo la falda, le arrancó los shorts y la vio desnuda.
-¿Quieres que lo haga?- le preguntó tembloroso.
-Sí, es lo que más deseo- le respondió ella.
-Es mi primera vez, ¿lo sabes?
-¿En serio?- Respondió ella sorprendida- Igual tranquilízate.
-¿Por qué, no es la primera vez tuya?
-No, así que relájate.
Él tomó el condón en sus dedos lo puso bien, aun seguía temblando, se acostó sobre ella y poco a poco la fue penetrando, despacio, ella miraba tranquila y disfrutaba, aun conservaban sus camisetas, naranja y blanco frente a frente, un par de besos, mojados, con la lengua conociendo esos labios, él se movía torpemente, ella también, en poco tiempo ya habían acabado, no fueron más de cinco minutos, él se acostó a un lado de ella y se limpió, ella salió corriendo al baño, también había sido su primera vez, pero no se lo dijo sino hasta meses después.