Notificaciones en la oscuridad

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A veces has sentido que el silencio tiene un nombre y una ausencia. Otras sientes que ese silencio se entorpece por el ruido ensordecedor de la vibración o el timbre del celular y esperas que sea el nombre que acompaña tu silencio quien interrumpa esos momentos en los que sólo esperas su mensaje al otro lado de la línea.

Ese era el momento que esperaba todas las noches, en casa, mientras la oscuridad se iba consumiendo la poca luz que entraba desde el exterior. Esperaba una notificación, un saludo, un adiós. Y hacía silencio y mientras hacía silencio fantaseaba. Fantaseaba con volver a tenerla cerca, con volver a suspirar sus suspiros, sentir su aliento, sonreír sus sonrisas. Ser sus sonrisas.

Pero a veces se iba en blanco, o en negro, porque la oscuridad se comía todo lo que encontraba a su paso y lo llenaba por completo hasta hacerlo dormir.

En esas estaba una noche, cuando el silencio fue interrumpido por algo más ensordecedor aún que la vibración del celular o el sonido predeterminado por la empresa que lo fabricó.

Esa noche el silencio se interrumpió por el ruido del timbre. No esperaba a nadie y por eso lo sorprendió que sonara. Nadie podría entrar a buscarlo sin previo aviso porque no tenían como anunciarlo en la puerta del edificio. Pero apenas abrió la puerta con la sorpresa en el rostro, no pudo contener las lágrimas al encontrar al otro lado de la puerta al nombre de su silencio. Ahí entendió que había algo que le producía más alegría que la vibración en medio de la oscuridad y era sentir un abrazo sincero, profundo, amoroso, en medio de su soledad.